miércoles, marzo 29, 2006

HIJOS MUCHOS O POCOS?

Antes, como lo de tener hijos era algo natural, había menos exigencias. Ahora, desde lo de la paternidad responsable, los hijos te pueden pedir cuentas sobre si has sido suficientemente responsable a la hora de tener determinado número de ellos.

Por José Luis Olaizola. Premio Planeta

La cuestión se formula en los siguientes términos: si usted tiene demasiados hijos, no les puede dar lo mismo que si sólo tiene uno, dos…, como mucho tres. Incluso hay sesudos sociólogos que cuantifican muy bien el problema, hasta con fórmulas algebraicas. Por ejemplo: si usted pertenece a la clase media, o es funcionario público, o ejerce una profesión liberal, o es dueño de un establecimiento comercial, y tiene dos hijos, podrá darles estudios superiores, subvencionarles cursos de inglés en el extranjero y pagarles la entrada de un piso de dos habitaciones, salón comedor y cocina. Es decir, les facilita el ser felices de mayores. Pero si tiene tres, ya no podrá pagarles la entrada del piso, y si tiene cuatro no digamos.

Esta digresión se me plantea como consecuencia de un artículo escrito hace unos meses, en el que sostenía que no hacía falta que nuestros hijos supieran montar a caballo, ni realizar múltiples actividades extraacadémicas para que fueran felices. Pero cometí la imprudencia de rematar el artículo con una interrogante: ¿Entonces qué nos aconseja usted? Y efectivamente, algunas lectoras de TELVA, con encantadora ingenuidad, me preguntan: ¿qué nos aconseja usted para que nuestros hijos sean felices? Si yo fuera capaz de contestar a esa pregunta, sería el hombre más sabio del mundo. Para salir del paso suelo contestar que quererlos mucho y que ellos se sepan queridos.

Pero en un coloquio en el que me tocó participar recientemente, una de las asistentes, no conforme con tan elemental respuesta, insistió en saber cómo había que quererles, y si se podía querer lo mismo a muchos que a pocos hijos, y hasta qué punto el exceso de hijos no limitaba sus posibilidades formativas, ni les privaba de un razonable bienestar material. Un lío. Lo único que quedó claro es que en los tiempos que corren el problema no es de exceso de hijos, sino de defecto, sobre todo en España, en el que ustedes las mujeres están quedando fatal en lo que a fecundidad se refiere, con una tasa del 1,6, la más baja de la Comunidad Europea.

A tal extremo han llegado las cosas que, según una encuesta realizada por la Universidad de Valencia, lo que más echan de menos los niños españoles son hermanos con quienes jugar. Eso ya lo tenía comprobado yo en mi familia, y en las familias colaterales que arrancan del mismo tronco. Cada vez que alguna de las mujeres de mi vida se queda en estado se produce una auténtica conmoción, y cuando el niño nace, el estallido de alegría es épico. Una de mis hijas mayores ha tenido dos hijos, y como tiene serios problemas para tener más, ha iniciado complejos trámites para adoptar niños colombianos. ¿Por qué colombianos? Porque hay más y hasta se pueden adoptar de dos en dos. Esto último es lo que pretendía mi hija, pero su marido le ha convencido que es mejor probar de uno en uno. Los que más encantados están son sus dos hijos (de 14 y 12 años), ante la idea de tener un nuevo hermano. A mí, dado el amor que tengo por aquellos países, no me desagrada la idea de convertirme de la noche a la mañana en el abuelo de un indito chibcha, guajiro o mulato.

¿Qué pasa?, podrían preguntarme, ¿es que es usted partidario de la familia numerosa? En esta ocasión sí tengo respuesta: ni soy ni dejo de ser, pero vivo inmerso en ella por los siglos de los siglos. Nací el pequeño de nueve hermanos y, a su vez, he tenido nueve hijos. Por tanto, sólo sé cómo se vive en el seno de familias numerosas, y mi impresión es que no se vive mal del todo. A veces la convivencia resulta compleja, ardua, pero en ningún caso aburrida.

Volviendo al tema que nos ocupa: ¿qué hace falta para que los hijos sean felices? Pues, según la citada encuesta de la Universidad de Valencia, ya hemos visto que hace falta que tengan hermanos, pues si no, sobre todo en las grandes ciudades, se sienten aislados y acaban buscando la compañía que menos les conviene: la de la televisión indiscriminada. Pero según el mismo estudio, el 98 por 100 de los niños encuestados (entre 4 y 14 años) lo que más les atrae es estar con sus padres. Y aquí viene la gran paradoja: muchos padres bien intencionados, pero un tanto despistados, se pasan mucho tiempo fuera de casa, trabajando, y no quieren tener más de uno o dos hijos, para poder darles de todo. De todo menos lo que parece ser que los niños quieren: más hermanos y más compañía suya.

martes, marzo 21, 2006

Premios y Castigos

Si apruebas el examen te compro un regalo", "No, hoy no ves la tele, estáscastigado". ¿Te suenan? A veces ya no sabes qué hacer para que tu hijo secomporte de una determinada manera. Es entonces cuando recurres al premio oal castigo, aunque no siempre son eficaces ni actúan de manera inmediata. Entodo caso, se trata de recursos que debemos emplear con prudencia para queden resultados. Tanto los premios como los castigos no tienen una prensa demasiado buenaen algunos sectores de población. Ofrecer premios a los hijos es comoreconocer un fracaso, es como si, al fallar como educadores, tuviéramos querecurrir al "sucedáneo" de los premios que, más que educar, adiestran. Los castigos, por el contrario, no suelen dar tanta sensación de fracaso.Incluso socialmente son aceptados como padres responsables aquellos quecastigan a sus hijos. De algún modo, se reconoce que el castigo sí esinstrumento educativo, para terminar admitiendo que tampoco sirve de muchoporque el hijo tiene unas inclinaciones tales que no hay nada que hacer. Yse le va dejando de castigar y se acepta como irremediable "su manera deser". Los premios y castigos son instrumentos eficaces en situaciones en lasque el proceso educativo sufre desviaciones, paradas o retrasos. Sonsituaciones críticas y patológicas en las que el tratamiento habitual que sesuministra en el proceso educativo, que son buenas dosis de ejemplos,persuasión y reflexión no surten efecto y es necesario restablecer un ciertoequilibrio. Un remedio será pues seguir una medicación adecuada basada enpremios y castigos, además, claro está, de actuar en algunos otros frentes. Premios y castigos, aunque afectan sólo a la conducta externa y, portanto, pueden no influir en la personalidad íntima, generan un ambiente quefacilita la comunicación entre las personas de la familia o mejora lascapacidades de la persona. Ambos aspectos son elementos facilitadores de laeducación. ¿No es cierto que será más fácil la educación de los hijos si,con ayuda de algún premio y algún castigo, conseguimos que mantengan elorden en sus cosas y usen ciertos modales? ¿No será lo mismo si conseguimosque estudien y mejoren su capacidad de razonamiento? Retomando el símil de premios y castigos como medicinas, evidentemente suuso no puede ser indiscriminado ni generalizarse. Al igual que cualquiermedicamento, es preciso adecuar su administración a la necesidad concretadel paciente y tener en cuenta sus contraindicaciones y efectos secundarios. En resumen, los premios y castigos son recomendables y adecuados si seusan como medios temporales de obtención de logros y siempre de formaapropiada. Lea, por favor, las instrucciones de uso.

PREMIOS.
Instrucciones de uso. Tipos de premios: Premios previstos. Son las recompensas pactadas que se ofrecen si sepresenta la conducta que se espera. El deseo de conseguirlas ayuda a regularla conducta. Premios imprevistos. Se conceden sin previo aviso como reconocimiento auna conducta deseable. Puede producir efecto en la persona que lo recibe yen las que lo observan. Ambos relacionan las conductas deseables con larecompensa. Premios por entregas. Son los que mantienen el interés más vivo, alconcederse puntos o vales acumulables cuando se producen pequeños logros. Alalcanzar una cierta cantidad, se logra el premio. Premios liberadores. Permiten liberarse de alguna tarea desagradable. Composición de los premios: De base afectiva. Consisten en expresiones afectivas de los padres, comoabrazos, felicitaciones, lugares preferentes en la mesa o en el coche... De base material. Consisten en posesiones materiales, como diversosobjetos o dinero. Relacionados con la autonomía. Ofrecen más libertad o autonomía paragestionar el dinero, el tiempo, el espacio... Orientaciones de uso: Definir bien lo que se espera y el premio que se puede conseguir. Luegocumplir lo pactado. Proporcionar premios acordes con el esfuerzo realizado y con lasposibilidades razonables de la familia. Plantear la obtención del premio a corto plazo para los más pequeños. Proponer premios alcanzables. Sólo son útiles si se confía enalcanzarlos. Efectos secundarios: Evitar su uso prolongado y variado porque crea adicción y no se actuarási no es a cambio de premios. Modifica la conducta pero no necesariamente las actitudes y motivaciones,por lo que hay que combinarlos con otras acciones educativas.

CASTIGOS.
Instrucciones de uso. Tipos de castigos: Castigos previstos. Son las consecuencias desagradables que aguardan comorespuesta a una conducta inaceptable determinada. Castigos imprevistos. Son consecuencias desagradables que se otorgan sinprevio aviso ante conductas indeseables. Tratan de evitar que se repita laconducta. Castigos con oportunidades. Se ofrece un castigo si se da una conducta,pero se concede la oportunidad de rectificar en dos ocasiones antes derecibirlo. Composición de los castigos: De base afectiva. Consisten en expresiones afectivas negativas por partede los padres como reprimendas, amonestaciones, alejamiento físico,silencio, caso omiso... De base material. Suponen pérdida de ingresos, multas, no poder usar algo(TV, equipo de música, bicicleta...) o quedarse sin alguna posesión. Relacionados con la autonomía. Restringen o privan de la libertad desalir, reducen el tiempo de ocio, exigen quedarse inmóvil, prohiben algunasrelaciones... Orientaciones de uso: Elegir los castigos con prudencia. Los castigos han de cumplirse, por loque un castigo absurdo o que no se cumple produce el efecto contrario. Ser proporcionado a la conducta. Cuanto más indeseable, más severo. Ser severo, es decir, ha de ser verdaderamente desagradable ya que sisólo supone una ligera molestia, se puede acabar aceptando la molestia comoun mal menor. Buscar castigos relacionados con la conducta indeseable. Así, porejemplo, si se es descuidado y se estropean las cosas, se han de arreglar;si la conducta es molesta, se tiene que aislar... Procurar que el castigo se acepte como algo merecido y se entienda queayudará a mejorar.

AVISO IMPORTANTE: NUNCA LOS CASTIGOS PUEDEN ATENTAR CONTRA LOS DERECHOS YLA DIGNIDAD DE LOS NIÑOS

Efectos secundarios: Pueden aumentar la conducta indeseable. En algunas ocasiones, los hijosbuscan llamar la atención de los padres y, al no conseguirlo con unaconducta deseable, les basta con que les prestemos atención mediantecastigos por las indeseables. En este caso está directamente contraindicadosu uso. Si el castigo se ve desproporcionado, injusto o absurdo, puede generarsentimientos de aversión, venganza y resentimiento. Como consecuencia, esprobable que no se evite la conducta indeseable. También estarácontraindicado su uso en estas circunstancias. Dejo para el lector la elección del tratamiento más adecuado a lasdiferentes situaciones que se le presentarán. Y, de todas formas, en caso deduda, consulte a un especialista (profesor o psicólogo), es la persona másadecuada para facilitarle toda la información complementaria.

José María Lahoz García. Pedagogo (Orientador escolar y profesional),Profesor de Educación Primaria y de Psicología y Pedagogía en Secundaria

viernes, marzo 17, 2006

FAMILIA VS ESTADO JOSE PEREZ ADAN

La Familia y el Estado frente a frente

Un rasgo común a todos en todas las familias y que tendremos que resaltar será la extrañeza. La familia nos une a los humanos en la extrañeza, que es lo mismo que decir que lo que nos distingue a todos y cada uno de nosotros es que pertenecemos de distinto modo a distintas familias: en la distinción entre propios y extraños cabemos todos y en la medida en que intentemos suprimirla supremimos algo identitario nuestro y por tanto nos suprimimos a nosotros mismos.

No nos cabe duda de que hemos de repensar el discurso uniformista de la igualdad. Desde el punto de vista del Estado todos somos o debemos ser iguales, pero desde el punto de vista de la familia no lo somos. Creo que esto hay que decirlo con la boca grande: la exclusión que implica la extrañeza familiar es tan humana como la inclusión que supone la referencia a poderes constituidos con legitimidad de origen y procedimiento. La extrañeza familiar no es algo accidental a la vida social, más bien al contrario es el eje sobre el que se vertebra. No podemos presentarla como una excepción o accidente cultural de carácter más o menos temporal.

En este sentido es necesario contestar el interesado y cínico discurso igualitario que hace el estado para que no se reconozca ningún otro tipo de potestad legítima aparte de la suya. Plantándonos ante el estado en la defensa de la discriminación legítima que supone el reconocimiento con todas sus consecuencias del sujeto familiar hacemos un servicio al bienestar colectivo en la medida en que subrayamos lo que hay de más humano en nosotros.

En este esfuerzo nos topamos aquí con una de las lacras más penosas del liberalismo práctico: su concepción materialista de la igualdad. En esto el comunismo y el liberalismo están mucho más cercanos de lo que parece. En ambos casos el sujeto individual, en uno por imposición y en otro con libertad, asume su condición en base a criterios cuantitativos. Sin embargo, para una concepción no materialista de la igualdad se han de tener en cuenta necesariamente las necesidades espirituales y trascendentes, es decir los afectos, el altruismo solidario, la equidad generacional, etc., necesidades estas que se manifiestan propiamente en la familia y que ni el estado ni el mercado por sí solos ni en común pueden satisfacer.

Un liberal objetará enseguida que si desdibujamos al individuo estamos arrinconando su libertad. No es verdad. Afirmando la familia estamos al mismo tiempo afirmando al individuo pues es precisamente en la apuesta por las capacidades como nos encontramos a la postre con individuos libres. La introducción de las capacidades en el debate moderno se lo debemos a uno de los pocos Nóbel en economía no neoliberales de los últimos 20 años: Amartya Sen. Sen habla de capacidades donde antes solo se hablaba de necesidades y si bien él se refiere a ciertos intangibles de la acción de gobierno en el fomento del desarrollo de los pueblos como puede ser la educación, observamos que las capacidades humanas se nutren y llenan fundamentalmente en la familia.

Es la familia la que nos capacita mediante el cumplimiento cabal de sus funciones para ser los individuos que somos o podemos llegar a ser. Esta capacitación familiar se basa, a diferencia de otras capacitaciones como la que procura la enseñanza obligatoria, en criterios de complementariedad y no de reciprocidad. En la familia, podemos decir que afortunadamente, se nos trata y capacita de manera distinta porque se nos conoce diferenciadamante con criterios de calidad que apuntan también necesidades no materiales.

Naturalmente la contraparte de este apoyo mutuo que se da en la familia es la extrañeza: el hecho de que el apoyo no es transferible universalmente. Este hecho puede verse como negativo solo si lo observamos de modo superficial o lo enfocamos con un prejuicio cuantitativo. Pero si entendemos la extrañeza como la contrapartida necesaria a que seamos tomados en cuenta como portadores de necesidades que son también de naturaleza no material, veremos la extrañeza como algo positivo. Yo no quiero ser amado o querido por mis padres como son queridos por ellos los hijos de los demás: quiero, necesito, ser querido como su hijo, y ello es lo mismo que decir que los demás sean queridos como extraños. La distinción entre propios y extraños es esencial y ella es a la postre necesaria para aspirar a la igualdad. Una igualdad que está basada en el desarrollo de las capacidades que se realizan en el entorno familiar y no solo en el desempeño de las funciones del estado.

Y es que sin familia, nosotros los humanos no seríamos comunicables, no nos podríamos enriquecer mutuamente, seríamos o intentaríamos que los demás fuesen nuestros replicantes, como muy bien decía Harrison Ford en Bladerunner al explicarle a su compañero que distinguiría a los replicantes porque, decía, “los replicantes no tienen familia”.

No ignoramos el hecho de que ciertos tics miméticos de nuestra cultura quieren convertirnos a todos en replicantes. Efectivamente, el individualismo y su consecuencia el multifamilismo, margina la realidad sociofamiliar humana a la que pretende presentar como mero accidente.

La familia es sin embargo esencia de humanidad: ningún humano puede renunciar a su condición familiar, a la identidad que le dan los suyos, sus padres, abuelos, etc. y que le distingue de los demás sin dejar de ser al mismo tiempo humano.

Todo esto implica repensar la igualdad, o quizá, mejor dicho, repensar nuestra desigualdad para fundamentarla en su punto justo. Ese punto dista equidistantemente tanto del individualismo ontológico que afirma que todos somos efectivamente iguales porque el hecho familiar (que se supone ampara las diferencias) es mero accidente anecdótico, como del individualismo aristocrático que separa de facto la dimensión afectiva y trascendente (que se supone anida en la familia) de los reclamos del derecho. Nuestro ánimo apunta, una vez que el estado ha garantizado los reclamos de humanidad en al ágora pública y que hemos dado en llamar derechos humanos, a subrayar la condición familiar como modo de llegar a un justo reconocimiento de nuestra identidad.

Es necesario pues dar carta de legitimidad ante el estado a nuestra condición familiar. Ello implica a nuestro juicio aspirar a que el estado reconozca la soberanía familiar y para hablar de ello pasamos al siguiente punto.

La Soberanía Familiar

Efectivamente aquí estamos abocados a hablar de política pues creemos que la apuesta por la soberanía de la familia es también una apuesta por rescatar cuotas de poder para ella.

Se trata de pactar con el estado un reconocimiento del poder familiar que permita a las familias crearlo y administrarlo ilimitadamente. Para que eso sea posible es sin duda alguna necesario que el estado se replantee su misma razón de ser para ser algo distinto de lo que es ahora.

El reconocimiento de un nuevo sujeto como sujeto afecta, podemos decir que esencialmente, a los sujetos ya existentes. Esto lo entendemos muy bien cuando pensamos en las grandes controversias de la historia que han motivado las sucesivas codificaciones de derechos. Pensemos en la controversia indigenista del siglo XVI, la esclavista del XVII, la sufragista del XX , o el pendiente reconocimiento de los derechos del no nacido. El acomodo de un nuevo sujeto implica que los sujetos ya acomodados se relacionen con él de manera distinta a como se relacionaban antes y también que se piensen a sí mismos de manera diferente. En este sentido el reconocimiento de la familia como sujeto implica necesariamente un replanteamiento del entendimiento que los sujetos ya acomodados tienen de sí mismos y aquí nos referimos particularmente al estado como el sujeto por antonomasia de la modernidad.

Alguno podría pensar, “bien, pues si para reconocer el poder familiar tenemos que esperar la transformación del estado, andamos listos: esta será una espera infinita”. No tiene porqué ser así. Afortunadamente existen mecanismos de diálogo, de megálogo, que diría el admirado Amitai Etzioni, para encauzar cambios de amplio calado en sociedades democráticas. Bien sabemos, no obstante, que el gran enemigo de la democracia es la inmoralidad de la corrupción y podemos anticipar que el poder establecido va a intentar comprar a quien proponga cambios de calado obsequiándole con algún beneficio con tal de que retire su propuesta de reconocimiento de nuevos derechos y poderes.

Estamos hablando en concreto de la inmoralidad de rendir los principios ante las prebendas de la política fiscal en la lucha de la familia por reclamar justicia del estado. La familia lo que necesita es poder, no dinero, no debemos confundirnos. El tema central en el debate sobre el poder o la soberanía familiar no es un debate sobre la economía doméstica o la legislación laboral, estamos ante algo mucho más importante a mi juicio. Algo de calado enraizado en los principios que contestan eso que buscamos responder cuando nos preguntan qué significa ser humano. Ser humano es ser familiar y más humanos seremos cuanto más familiares nos reconozcamos. Se trata de un reconocimiento de partida, de esos artículos que se escriben en los preámbulos de las constituciones y estatutos para dar sentido a todo lo que viene después. No, no hablamos de dinero, ni de sueldo del ama de casa, ni de descuento o desgravación por hijo. Estamos hablando de poder en su dimensión práctica.

Vayamos concretando. Hay un tema práctico con el que quiero acabar esta exposición y que parece en aras de la sencillez lo suficientemente concreto y simple como para recabar una atención pormenorizada. El poder se ejerce en nuestras sociedades a través del voto . Nos parece de todo punto inexcusable que la familia no vote. ¿Podrán las familias votar?

Creemos que sí y además pensamos que es esta una primera propuesta sobre la que se puede ir edificando poco a poco ese megálogo que replantee los roles sociales entre sujetos soberanos, estados, individuos, familias y otras comunidades, que conforman nuestra cada vez más compleja existencia en común. La propuesta de extender el sufragio a los niños, a todos los niños, nos parece un buen modo de iniciar un diálogo con el estado que lleve de ahí hacia otras propuestas y objetivos viables de reconocimiento del sujeto familiar.

El reconocimiento de la familia como sujeto que es al mismo tiempo ámbito de bienestar, de equidad, de justicia y de realización implica la confianza por parte de los poderes constituidos aún y cuando en la vieja tradición weberiana se piensen como poderes monopolio. Los gobiernos, ello creo que se entiende en la retórica política moderna, deben confiar en las familias: garantizar su libertad y asegurar también su capacidad decisoria que se supone que es un logro en el afianzamiento de las libertades públicas y de los derechos civiles.

Una muestra básica de confianza es, a nuestro juicio, asumir como meta a alcanzar en los próximos años en todo el mundo el derecho al voto de los niños representados por sus padres. Esta reivindicación fue propuesta primariamente en la Declaración de San José de Costa Rica el 28 de Julio de 2001 . Ahí se decía que uno de los logros del siglo XX fue la extensión del sufragio universal a la mujer, aun y cuando este derecho no esté plenamente reconocido todavía en algunos países. En el siglo XXI la inclusión de los niños en el sufragio hará definitivamente universal el derecho al voto, que es una exigencia irrenunciable de la persona en una sociedad democrática. Toda vida humana, no importa su tamaño, debe ser reconocida por la sociedad como miembro actual y no solo potencial. La participación activa de la familia en las elecciones implica otorgarle el voto a todo el núcleo familiar en proporción a su tamaño. Consiste en la equiparación de la ciudadanía a la nacionalidad: la extensión de los derechos propios de la ciudadanía a todos los nacionales, incluyendo los menores de edad, todos sin excepción.

El voto de los niños representados por sus padres es una manifestación de que la familia es sujeto social de derechos. Toda persona desde el inicio de su vida debe de tener derecho a su inclusión en el censo electoral. El voto de cada menor de edad será emitido por sus padres de acuerdo con el sistema que cada país vea más conveniente y justo a sus circunstancias. Existen varias propuestas y estudios realizados al respecto cubriendo las diferentes posibilidades.

El derecho al voto de los niños, amén de que sea una reivindicación política para reconocer el poder colectivo que emana del hecho familiar, es también, una necesidad educativa. La sociedad necesita padres responsables que sepan transmitir valores y actitudes saludables de generación en generación conformando culturas de servicio en la que los niños sean protagonistas. Una cultura y una sociedad saludables suponen el protagonismo de los niños, para los que trabajamos y preparamos un mundo mejor. Vivir para los niños y apostar por la familia en la que viven es hacer futuro y es también una manera eficaz de vacunarse contra el individualismo que cierra las puertas al reconocimiento de lo que en definitiva nos hace humanos: pensarnos humanamente familiares. Esto es también dar poder a un nosotros que muchas veces pasa oculto. Dar poder a los niños es por esto reconocer el nosotros que somos cada uno y con ello darnos todos más poder sin quitarlo a nadie.

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José Pérez Adán

sábado, marzo 11, 2006

DROGAS EN ADOLESCENTES

Unos treinta millones de personas consumen cannabis en los países de la UE más Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza, según el último informe anual de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), organismo de las Naciones Unidas con sede en Viena.

El informe señala la difusión de esta droga entre los jóvenes. Según sus cálculos, en la UE el 15% de los chicos de 15 años la consumen más de 40 veces al año. Este consumo es especialmente alto en Francia, Irlanda, Suiza, la República Checa y Gran Bretaña.

A la vez sigue creciendo la demanda de cocaína entre jóvenes. En cambio, la demanda de heroína está estabilizada o disminuye en Europa occidental.

El informe de la JIFE advierte que cerca del 80% de las pastillas de "éxtasis" que se consumen en el mundo se fabrican en Europa, donde esa sustancia sintética ocupa el segundo lugar en el consumo, después del cannabis. Las tabletas de éxtasis han registrado un aumento tras varios años de retroceso, especialmente entre los estudiantes. Se piensa que una tercera parte del consumo mundial de éxtasis tiene lugar en Europa.

Efectos del cannabis en los jóvenes

La difusión del cannabis en la población juvenil resulta preocupante a la luz de los conocimientos actuales sobre sus efectos. Wayne Hall, profesor de política sanitaria de la Universidad de Queensland (Australia), ha revisado varias investigaciones acerca del consumo de esta droga por parte de jóvenes. Su artículo se ha publicado en "Plos Medicine" (24-01-2006).

El investigador llega a dos conclusiones principales: primera, el consumo habitual de porros puede facilitar el desarrollo de enfermedades mentales; segunda, en la mayoría de los casos, cuando esta sustancia se consume a edad temprana, es el primer paso hacia drogas más perjudiciales.

Hall señala que desde principios de los setenta, cuando el cannabis comenzó a consumirse ampliamente, la proporción de gente joven que lo fuma ha ido aumentando poco a poco, a la vez que decrecía la edad de inicio en el consumo. "Actualmente la mayoría de los consumidores son adolescentes, que están en un período psico-social de transición a la vida adulta, cuando un pequeño percance puede tener consecuencias para toda la vida (…). De hecho, el 80% de los chicos y el 60% de las chicas que han consumido porros en la adolescencia tienen síndrome de dependencia", añade Hall.

Otras investigaciones sobre adolescentes de Estados Unidos muestran que casi todos los que han probado la cocaína o la heroína comenzaron por el alcohol, tabaco y cannabis, en este orden, y los fumadores habituales de porros son los que presentan mayor tendencia a consumir cocaína y heroína. Cuanto más joven es la persona que se inicia en el porro, más probabilidades tiene de convertirse en un consumidor de cocaína y heroína.

Las explicaciones más plausibles de esta correlación son, según un estudio, que los consumidores habituales de cannabis obtienen la droga del mismo mercado negro en el que se venden drogas más duras, y que los efectos del porro sobre el cerebro crean en los adolescentes la propensión a consumir otras drogas.

Algunos estudios señalan que jóvenes con propensión a enfermedades mentales (por ejemplo, esquizofrenia) son más vulnerables a ellas si fuman porros habitualmente. Esta investigación está avalada por un estudio sueco de más de cincuenta mil jóvenes, que descubrió una relación entre el riesgo de desarrollar esquizofrenia y la frecuencia con que se había consumido cocaína antes de los 18 años.

Wayne concluye que informar a los jóvenes sobre los riesgos del cannabis, sin ocultar las incertidumbres que subsisten en torno a los efectos de esta droga, es una buena prevención. La experiencia muestra que el consumo disminuye cuando los adolescentes son más conscientes de los riesgos.

PREMIOS Y CASTIGOS

Castigo o corrección

Liliana Esmenjaud
Mujer Nueva

"Quien bien te quiere ..."
Hace unos días leía en el periódico que todo castigo deja una huella de resentimiento, por lo que hay que evitarlo y hasta denunciarlo. Esta generalización se me hizo un tanto peligrosa. No porque esté a favor del castigo, sino porque puede llevar a muchos padres de familia e incluso a profesores a pensar que el corregir está mal, cuando no es así. Todo depende de qué se entiende por “castigo”.
Todo educador, llámese padre de familia o maestro, está investido de autoridad para educar y formar al hijo o al alumno. Parte de esta labor formativa y educativa se ejerce a través de las correcciones de todos los días. Si se nos quita la posibilidad de corregir, se nos despoja en ese mismo momento de la capacidad de educar.
Actualmente muchos adultos tienen miedo a “traumar” a los pequeños si se les corrige o se les llama la atención. Hay quienes nunca dan una negativa al hijo por miedo a que se enoje o a que baje su autoestima. Sin pensar que les dañamos más al dejarlos en el error o al permitirles que hagan tonterías que les pueden lastimar. ¡Cuántos manazos a tiempo han salvado a algún niño que jugaba con un cuchillo o que estaba a punto de meter el dedo en el enchufe! Seguramente el niño lloró, pero de no haberlo hecho, no hubiera tenido la posibilidad de llorar nunca más. Muchas veces nos puede pasar con los adolescentes, que por evitar que “lloren” por una corrección, los dejamos que sufran amargamente las consecuencias de algún comportamiento que se pudo evitar de haber actuado en su momento. Y créanme, esto sí crea resentimientos.
Con el pasar de los años
Si pensamos bien en qué es lo que más agradecemos a nuestros educadores ahora que somos adultos, nos damos cuenta que es precisamente su paciencia y constancia para ayudarnos a formar hábitos y superar errores y limitaciones, aún a pesar de nuestros enojos y falta de colaboración en muchos casos. Esto implicó toda una serie de correcciones a lo largo de la vida, con malas caras nuestras en muchas ocasiones, pero que ahora agradecemos y hasta reconocemos que somos lo que somos gracias a ellas. Nunca olvidaré cuando en 5º de primaria en un examen de matemáticas plantee bien el problema y resolví correctamente las operaciones, pero al poner el resultado se me olvidó especificar que se trataba de metros. ¡La maestra me puso mal todo el problema por este despiste! Me enojé, ¡claro está! pero no me traumé ni le guardo ningún resentimiento. Por el contrario, le estoy muy agradecida porque gracias a esa corrección no volví a tener despistes de este tipo en ningún campo, y eso me ha ayudado mucho a lo largo de mi vida.
Por otra parte, si nos ponemos a pensar, nadie nace siendo ordenado, o bien portado, o con la prudencia y el tacto en el trato que no moleste a nadie. Todas estas características que hablan tan bien de un adulto, son en la mayoría de los casos, el resultado de todo un proceso de correcciones por parte de sus padres o maestros cuando él era todavía niño. La teoría sola no forma. No basta con que digamos a los niños que decir mentiras es malo, para formar el hábito de la sinceridad. Es necesario por una parte, que le motivemos a decir la verdad y que le felicitemos cuando lo haga para que aprenda a sentir la satisfacción de haber hecho algo bien. Pero al mismo tiempo, si no le corregimos cuando miente, lo seguirá haciendo y no logrará el hábito deseado.
Las malas experiencias
Es cierto que en ocasiones se ha abusado de los castigos, llegando a lastimar al niño ya sea física o afectivamente. Por eso se entiende que se haga tanto hincapié para prevenir estos casos y asegurar que no vuelva a pasar. Pero no por esto se ha de dejar de corregir y de educar. Por otra parte, debemos recordar que la educación es un arte y que se ha de aplicar de manera personalizada. Cualquier madre de familia sabe muy bien que lo que le ha servido para corregir a su hijo mayor, muy probablemente no le ayude con el menor. La manera de corregir ha de depender de lo que se corrija, de la personalidad y de la edad del niño.
Teniendo en cuenta lo anterior, es posible dar algunos consejos prácticos para asegurar que nuestros modos de corregir no dañen a nuestros niños, sino que por el contrario, los ayuden a crecer como personas.
Por amor
Primeramente es muy importante que la corrección se haga para ayudar al niño a ser mejor, y no porque me ha molestado lo que ha hecho. Los niños tienen como un sexto sentido para captar muy bien las intenciones de los padres y maestros. Saben distinguir cuándo se les corrige por amor y cuándo por puro coraje. Además, con las correcciones les enseñamos a distinguir lo que está bien de lo que está mal. Hay que ser muy consecuentes con esto, para que el niño aprenda que se le corrigió porque estuvo mal que pegara a su hermanito, y no porque la mamá estaba de mal humor. Los niños son más inteligentes de lo que muchas veces pensamos, y van formando sus propios criterios del bien y del mal no tanto por lo que les decimos sino por nuestras reacciones hacia lo que hacen.
Siempre
En segundo lugar, no hay que esperar hasta que el niño llegue a la edad de la razón para corregirlo. En ese momento ya llegamos tarde. El niño empieza a formar hábitos desde que nace, por lo que los primeros años son básicos para su educación. Si no está en edad de entender razones, no se las des. Pero no dejes de corregir en el momento. Le haces un favor al ayudarlo a adquirir hábitos desde la más temprana edad.
La hora de razonar
Una vez que el niño ya entiende razones, es importante que aprenda que todo lo que hace tiene consecuencias. Todo acto bueno, tendrá consecuencias buenas, y todo acto malo, consecuencias malas. En la vida ordinaria las consecuencias ya sean buenas o malas no siempre se dejan ver instantáneamente. A veces se tardan años en llegar, pero siempre lo hacen. Descuidar la propia salud, a lo mejor no me afecta en un principio, pero tarde o temprano lo hará. Esforzarme en mis estudios puede no darme resultados inmediatos, pero el día en que encuentro trabajo doy por bien pagadas tantas horas de desvelo. Al niño hay que ayudarle a ver las consecuencias de sus actos de manera inmediata, para que comprenda esta relación entre su comportamiento y la consecuencia, y es aquí donde los reforzamientos y los correctivos entran en juego. Una felicitación, o una palmada en la espalda, ayudan al niño a entender que lo que hizo estuvo bien, y muy probablemente buscará hacerlo de nuevo. Un regaño o hasta una sanción, según sea el caso, le harán ver que lo que hizo no lo ha de repetir. Es muy importante que entienda que el correctivo se le aplica no porque se esté enojado con él, sino que es una consecuencia de lo que él hizo y que está en sus manos el que no se le vuelva a poner.
No hace falta
Esta es la misma función de las notas en los exámenes. Un 10 me está diciendo que estoy aprendiendo, y un 5 que debo volver a estudiar. No necesito esperarme a que me haga falta esta información en la vida para saber si la asimilé o no. Del mismo modo pasa con los correctivos. No necesitamos esperar hasta que metan al joven a la cárcel para que aprenda que no era correcto falsificar firmas, cuando pudimos corregirlo la primera vez que copió la de su papá, aunque lo hiciera por juego.
Siempre
Es importante que el niño sepa qué es lo que se le está corrigiendo y por qué. De poco sirve que se le quite al niño su juguete preferido por un tiempo, si no sabe por qué motivo lo perdió. En cambio, si lo sabe, evitará en un futuro hacerlo y podemos decir que entonces aprendió.
Proporción
También es importante que la corrección sea proporcional a lo que el niño hizo y que en sí mismo el correctivo no le haga daño. No podemos dejar a un niño sin comer, o a la intemperie en el frío como sanción, pero sí a lo mejor dejarlo sin televisión en alguna ocasión.
Reparando
Ayuda mucho, en la medida de lo posible, que el correctivo tienda a reparar el mal que el niño o el joven haya podido hacer. De esta manera, por un lado, comprende que sus acciones pueden dañar a los demás y, por otro, aprende a responsabilizarse de las mismas.
La sabia prudencia
Es importante que los correctivos sean apropiados a la edad del niño o del joven. Si ya está en edad de entender las razones, habrá que esperar al momento preciso para hablar con él y que él mismo acepte el correctivo como consecuencia de lo que ha hecho. En muchos casos esto es muy saludable y hasta le da la sensación de haber reparado el mal que haya podido causar con su conducta. Pero si por el contrario, se lo imponemos sin que sea conciente de que hizo algo malo, le podrá servir para no hacerlo otra vez, pero lo evitará más por miedo que por convicción, además de que se corre el riesgo de generar un sentimiento de injusticia haciendo que se rompa la comunicación con él, lo que sería muy perjudicial, pues en ese momento perderíamos nuestra capacidad para ayudarle.
Forma y fondo
La regla de oro que nunca falla es la de ser suaves en la forma y firmes en el fondo. Necesitamos educar, y esto implica corregir, pero el hacerlo no está reñido con el cariño, las buenas formas y el buen trato. Bien dice el dicho que más atrae una gota de miel que un barril de vinagre. El corregir es una forma muy auténtica de nuestro amor a los hijos y alumnos. No claudiquemos a nuestra responsabilidad de educadores, pero eso sí, hagámoslo siempre con amor.

miércoles, marzo 08, 2006

LIDERAZGO FEMENINO

LIDERAZGO FEMENINO
"Las Mujeres Trabajadoras no declinaremos ni en un ápice nuestros ideales de Unidad, Fraternidad y Equidad Social. Ni las voces nefastas de los detractores, ni la ruindad de los mediocres, impedirán que trabajemos intensamente por la Integración de Género y la Igualdad de Oportunidades, cumpliendo la misión esencial de bregar por la dignidad de todas las personas humanas, sin exclusión alguna."
(Stella Maris Orosco, Foro Femenino)
En el marco de un Encuentro de Mujeres Militantes Sociales realizado en la ciudad de Mar del Plata, representantes de distintas organizaciones procedieron al análisis de diversas problemáticas laborales, intercambio de ideas acerca del rol de la Mujer en las organizaciones sociales y elaboración de propuestas "para conformar un Movimiento dirigido a desarrollar acciones destinadas a apoyar la participación de la Mujer en la formación de nuevos cuadros en el ámbito sindical y político."
Durante la reunión, las Militantes expresaron "la urgencia de implementar políticas que contribuyan a construir un marco adecuado para que Todos/as puedan alcanzar un nivel verdadera y plenamente humano, ya que, el desempleo, la precarización laboral, la depreciación de los salarios y el trabajo "en negro" continúan abriéndose camino, dejando a su vera una cifra creciente de personas humanas que moran en la marginalidad."
"Los Derechos de los/as Trabajadores/as han sido mancillados", -subrayaron-. "Por ello, para el logro de una Justa Paz Social, urge que la misión de los/las dirigentes tenga presentes las siguientes premisas:
  • "Los trabajadores no deben ser considerados como simples objetos carentes de razón y libertad, sometidos al uso arbitrario de los demás, sino como personas humanas en el orden económico y social, en lo político y en el campo de la cultura". (DSI)
  • Organización Internacional del Trabajo (O.I.T.): "Todos los seres humanos, sin distinción de raza, credo o sexo, tienen derecho a perseguir su bienestar material y su desarrollo espiritual, en condiciones de libertad y dignidad, seguridad económica e igualdad de oportunidades".
  • Declaración Universal de los Derechos Humanos: "Toda persona como miembro de la sociedad, tiene derecho (...) a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional habida cuenta de la organización de los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad (Art. 22).
  • "Una sociedad en la que el derecho al trabajo se niegue sistemáticamente y las medidas de política económica no permitan a los trabajadores alcanzar niveles satisfactorios de ocupación, no puede conseguir su legitimación ética ni la justa paz social." (Juan Pablo II, -CA,43-)
  • "La prioridad del trabajo sobre el capital convierte en un deber de justicia para los empresarios, anteponer el bien de los trabajadores al aumento de las ganancias. Tienen la obligación moral de no mantener capitales improductivos y, en las inversiones, mirar ante todo el bien común. Esto exige que se busque prioritariamente la consolidación o la creación de nuevos puestos de trabajo para la producción de bienes realmente útiles." (Gaudium et Spes, 75)
En el contexto de la reunión, organizada por el Centro Cultural para el Desarrollo Social (fundado el 1º de mayo de 1998), las Militantes Sociales dieron a conocer algunos de los objetivos esenciales que serán el pilar de sus acciones:
  • Promover la Igualdad de Oportunidades para ocupar los espacios de decisión que legítima y meritoriamente nos corresponden, con el primordial objetivo de impulsar acciones destinadas a una auténtica transformación social
  • Establecer Nuevas Políticas de Participación Femenina mediante el despliegue de las capacidades creadoras de la Mujer, como un reconocimiento a la importancia que tiene la Participación Femenina en el Movimiento Popular.
  • Recuperar valores esenciales de la "cultura del trabajo" en que se ha forjado nuestro país, para formular estrategias vinculadas al Desarrollo Social y a la Erradicación del Trabajo Infantil, ya que la superación de la pobreza es responsabilidad de todos los miembros de la sociedad.
  • Expandir nuestra labor en un espíritu de Unidad, Paz y Equidad Social como suprema ética de convivencia.
Al finalizar el encuentro, la Cra. Stella Maris Orosco, Directora del Centro Cultural para el Desarrollo Social, expresó que "a través de estos valores, movilizando su energía femenina, la Mujer debe mantener su operatividad y consolidar su identidad y presencia, como eficaz agente de cambio político y social."

lunes, marzo 06, 2006

Ser agradecidos

Una de las cualidades humanas que manifiesta más claramente la madurez, la
salud psicológica, la calidad humana de una persona es su capacidad de
agradecer.

El hombre es un ser que necesita de los demás. No se concibe la vida del
hombre sin otros hombres. Para hacer cosas en la vida es necesario apoyarse
en los demás, en el sentido más noble, convivir es vivir con. Y eso es lo
que hacemos de una forma habitual.

La capacidad de agradecer está relacionada con el darse, una persona que
sabe darse, es decir, abrir la puerta de su vida hacia fuera, es agradecida.
Una madre es el ejemplo de entrega humana más frecuente y más hondo que
existe. Una madre es una persona que se da a cambio de nada, por eso las
madres son agradecidas, los detalles más nimios que sus hijos tienen con
ellas les produce una alegría especial, la alegría del agradecimiento.

Por eso cuando entre enamorados se habla mucho de deberes y derechos;
¡peligro!, algo falla. Se está maltratando lo esencial en el amor, que es la
entrega al otro. Falta agradecimiento.

Actualmente se está educando poco en el agradecimiento, es una de las
razones por la que la educación es de poca calidad. Agradecer una cosa es
dar las gracias para siempre, una persona agradecida está en deuda con el
otro de alguna manera, adquiere un compromiso y eso es lo que se rechaza: -
No quiero compromisos. No quiero cuentas pendientes con los demás. Parece
que agradecer fuera una muestra de debilidad. ¡Como si el hombre se bastara
por sí mismo!. Llamamos a los demás cuando los necesitamos pero luego no
agradecemos. ¡No vaya a ser que se lo crean!. ¡No quiero tener la sensación
de deuda con él!.

Actualmente en esta sociedad todos nos creemos sujetos de derechos. Por
tanto, como tengo derecho a todo, en lo personal y profesional, pues
entonces no tengo nada que agradecer. Todo lo que los demás hacen por
nosotros es su obligación. No agradezco nada.

La felicidad pasa por el agradecimiento, una persona agradecida no es
resentida. El agradecer de verdad las cosas, además de un acto de justicia o
precisamente por eso, aumenta la paz interior y por tanto la paz ambiental.
Donde hay una persona agradecida se sonríe. Sonreír habitualmente es muy
difícil, demuestra un estado del alma. Una persona que sonríe es una persona
fiable, es una persona agradecida. ¡Haced la prueba!.

Por cierto, podemos decir muchas veces a los hijos que agradezcan las
cosas y lo pueden hacer de una manera mecánica. Para aprender a ser
agradecidos, de verdad, hay que verlo vivido. Si no es imposible.

No olvidemos que estamos hablando de la calidad como persona. Quizá sea
por eso por lo que se están pidiendo, cada vez más, referencias personales,
vidas que sirvan de referencia. De otra forma es imposible educar.

Para instruir a las personas se necesita dinero, para educarlas se
necesitan vidas.

miércoles, marzo 01, 2006

Crisis adolescentes

Alfonso Aguiló
Se habla y se escribe mucho sobre las diversas soluciones para las crisis del adolescente, pero todas valen de poco si su tratamiento no comenzó desde mucho antes. Serían catorce o quince años de educación difíciles de rectificar de la noche a la mañana.

Cuando se busca qué tienen en común las familias que han tenido éxito en la tarea de educar, casi siempre aparece un factor que se repite: establecieron un plan claro de educación de sus hijos desde muy pequeños.

La mayor parte de los problemas que se van a presentar podrán detectarse antes de que lleguen a serlo realmente: es cuestión de actuar a tiempo.

Cada uno es como es —Pues yo a veces pienso que cada uno es como es, desde su nacimiento. Mis hijos, por ejemplo, que son aún pequeños, se han educado en el mismo ambiente, y sin embargo son muy distintos unos de otros. Eso demuestra que esto de la educación es algo bastante relativo.

—No te digo que no. Es verdad que cada uno es como es. Pero me imagino que no querrás abandonar a la ventura su educación con esa excusa. Un chico de diez o doce años es todavía un interrogante abierto, está aún muy por hacer, y de la educación que reciba dependerá en mucho su futuro.
Ciertamente hay mucho impreso en él ya desde su nacimiento, pero coincidirás conmigo en que vale la pena esforzarse por educarle, y que ese esfuerzo aporta más que la simple herencia genética.

No hay recetas mágicas —En eso estamos de acuerdo; si no, no estaría leyendo este libro. Lo que te pido por favor es que no me vengas con fórmulas mágicas, porque si las hubiera ni se leerían estos libros ni estarían las cosas como están.

—Descuida. No lo haré. No hay recetas mágicas; o, si las hay, por lo menos no existen formas fáciles de llevarlas a la práctica. Sería como preguntar a un campeón de ajedrez o a un gran futbolista cuál es la clave de su éxito. Lo normal es que no obedezca a una buena jugada como tal, sino a un conjunto de ideas que ha sabido conjugar acertadamente.
Hay que lograr combinar, pues, cada uno a su manera, las diversas premisas básicas en educación. Como sucede con el pintor, que casi nunca emplea colores netos, sino que los mezcla en la paleta hasta lograr un resultado final lleno de personalidad.

La innegable influencia —Y sé positivo también, por favor. También procuraré serlo, porque la educación ha de estar siempre presidida por el optimismo acerca de la capacidad de cambiar que tiene el hombre.

—Educar ha de ser una labor creadora y positiva, pues –como ha escrito C. S. Lewis–, el objetivo del educador no puede ser talar bosques, sino fertilizar desiertos. Y este es el tono que desde el principio quiere tener este libro.

—La calidad de vida de una persona depende en mucho de su educación. Es algo fundamental para el bienestar individual y colectivo. El chico será feliz y estará preparado para el futuro –eso es lo que pretendemos– si quienes estamos comprometidos en su formación logramos inculcar en él ideas sanas, criterios sensatos y valores adecuados. La gente más feliz no es la que más dinero tiene, ni la más dotada por la naturaleza, ni la que disfruta de más comodidades. A veces, incluso esos son los más insatisfechos.

—Aprender a ser feliz requiere toda una capacitación, una educación de la interioridad personal. Su felicidad dependerá en gran medida de cómo se desenvuelva más tarde en un ambiente que muchas veces será permisivo y difícil. Y la preparación para esa etapa ha de empezar mucho antes de la pubertad: así lo han comprobado en su propia carne muchos padres, después de llevarse un buen disgusto.

Hay que aprender para saber —Oye, y si tanto depende de cómo se educa, ¿por qué hay padres fenomenales con hijos que son un desastre, y padres caóticos con hijos encantadores?

—Aunque esos casos parezcan muy numerosos, son proporcionalmente pocos. Lo normal es que los hijos salgan a sus padres: de tal palo, tal astilla.

—Lo que es una lástima –y sí es más frecuente–, es encontrarse con padres que son buenos y ejemplares, pero que no se han esforzado por aprender la ciencia y el arte de educar, y no les ha ido nada bien.

—El esfuerzo por educar siempre tiene su premio. Además, su primera consecuencia es que hace mejorar al educador como persona. Sólo por eso ya merece la pena tomárselo muy en serio.

Familia VS Estado

La tiranía comienza cuando se sustituye a la familia por el Estado

¿Qué es la familia? Además de, como dijera aquel político, una institución de gran importancia pero difícil manejo.

En primer lugar, la familia es una célula de resistencia a la opresión, definición genial del genial Chesterton. Y así es: en el hogar es el único habitáculo del universo donde a la persona no se le mide por la norma mercantil del intercambio, del tanto aportas tanto recibes, sino por lo que es. El enemigo del hombre es el Estado, el aliado, la familia. En cuanto se traspasa la puerta del hogar, nace el mercado, de puertas adentro, impera el cariño. Por eso, cuando lo mejor, la familia, se corrompe, da lugar a la mayor de las desgracias. Lógico.

En segundo lugar, la familia es un compromiso, el compromiso más egregio e importante que se plantea en una vida. Un compromiso para siempre, donde no se intercambian cosas, sino personas. La donación no es de algo, sino de alguien, de uno mismo. El compromiso comienza con el matrimonio de un hombre y una mujer y se extiende a la crianza de los hijos, que exige un esfuerzo ingente a cambio de nada.

En tercer lugar la familia es la inventora de la solidaridad intergeneracional. Durante toda la historia ha sido la familia la que ha cuidado de enfermos terminales, discapacitados físicos y psíquicos, etc. Sustituir a la familia por el Estado es el comienzo de la tiranía.

Por la misma razón las crisis sociales son siempre las crisis familiares, especialmente el divorcio y las separaciones. Porque todo el entramado descrito depende de una sola cosa: de la seguridad de los miembros de cada familia de que ese refugio tiene vocación de supervivencia. Si esa confianza falla, entonces estamos retorciéndole el cuello a la gallina de los huevos de oro.