miércoles, febrero 27, 2013

PAUTAS CON LOS NIÑOS Y AMISTADES


A partir de los seis años, los niños se vuelven más selectivos, reducen su círculo y eligen amigos más íntimos.



Laura Peraita - ABC, 


Seguro que en más de una ocasión su hijo ha salido del cole con gesto fruncido porque sus amigos no han querido jugar con él: “Marcos se ha ido con David y no ha querido estar conmigo en el recreo”, “ya no soy amiga de Marta porque no ha jugado con Marina y conmigo”, “ahora mi mejor amiga ya no es Alba, es Claudia que sí quiere que estemos juntas”...

A partir de los seis años aproximadamente, los niños comienzan a ser más selectivos con sus amistades. Anteriormente jugaban con unos y otros de manera indiferente, pero a esta edad —en función de su proceso de maduración— tendrán sus preferencias más claras y presumirán de estar con amigos más especiales. Esto es lo que provocaque se sientan "traicionados" cuando a su amigo más íntimo le apetece jugar a otra cosa y se va con otros niños.
Son reacciones lógicas y, poco a poco, tendrán que empezar a asumirlas. Sin embargo, hay que estar muy pendientes para evitar que se aislen o que estos "pequeños encontronazos" no les suponga más sufrimiento del necesario y puedan provocarle ansiedad o problemas a la hora de relacionarse con los demás.
Los padres deben intentar que los niños interactúen en un grupo que no sea muy reducido, sobre todo si se trata de hijos únicos. ”Hay que concienciarles del sentido de la amistad de una manera amplia —apunta Teresa Rosillo, psicóloga infantil y socia de Pericial Psicológica—. Comentarles que es muy positivo y divertido tener más amigos”.

Padres modelo
En el caso de que se observe que tiene dificultades para ello, esta psicóloga recomienda que se les facilite las herramientas para ello.Pero, ¿cómo? En primer lugar, los padres deben servir de modelo, por eso es conveniente que si, por ejemplo, están en el parque, sean los padres los que se acerquen a un grupo de niños y empiece una conversación con algunas preguntas “hola, ¿a qué colegio vaís?, ¿por dónde montáis en bici?, ¿os gusta el fútbol? —si es que llevan bici o balón...”. De esta forma, el niño aprenderá cómo se hace y que es fácil dialogar, introducirse en un grupo y, a partir de ahí, jugar juntos.
“Otra fórmula —propone Teresa Rosillo— es la de proponer juegos nuevos. Si al niño no se le ocurre, los padres deben ayudarle. Dan también muy buen resultado tácticas tan sencillas como saber el nombre de varios niños con los que quiere jugar, escribirlos en diferentes folios con los que se hacen unos aviones de papel y, al día siguiente, llevarlos al cole o al parque y dárselos a esos niños y decirles: "jugamos". Del mismo modo, si el pequeño va a ir a un campamento en el que no conoce a nadie, además de su merienda puede llevar galletas en diferentes bolsitas y decir a algún niño "¿te apetecen?", y así poder compartirlas y emprender un diálogo”.
No obstante, también hay que tener en cuenta que, en ocasiones, los niños no tienen ganas de jugar a un juego simplemente porque no les apetece, y el hecho de ir con otro grupo y disfrutar de otro juego no debe entenderse como que ha perdido una amistad. Los padres deben dejárselo claro y explicarle que no a todas las personas les gusta jugar siempre a lo mismo, o a lo que quieren los demás y con los mismos amigos.

“Nadie quiere jugar conmigo”
Esta psicóloga infantil recalca que no se debe aceptar la “actitud victimista” que adoptan muchos niños cuando dicen entre sollozos:”nadie quiere jugar conmigo”. Lejos de compadecerse y pensar “pobrecito mi hijo”, hay que preguntarle: ¿qué has hecho tú para que no quieran jugar contigo?”. “Los niños —apunta Teresa Rosillo— no deben esperar siempre a que les digan los demás si quiere jugar. Muchas veces cuando están inmersos en el juego no se percatan de que hay otro niño solo y no siempre irán a rescatarle. Lo mejor es incitarle a que el niño se presente y diga: “¿a qué estáis jugando?”.
El niño nunca debe pedir permiso, es mejor que diga: “yo también juego”
Lo que nunca debe hacer el niño es pedir permiso a otros niños “¿puedo jugar?”. Debe acercarse y decir directamente: “yo también juego”. Tampoco deben amenazar a sus amistades “¡ya no soy tu amigo!”. Hay que explicarles que esas amenazas no llevan a ninguna parte y el único efecto que tendrá es que se enfanden más con él. Debe entender que ninguna madre dice nunca, por el hecho de estar enfadada: “ya no eres mi hijo”.
No obstante, cuando al niño le cueste hacer amigos, otra buena táctica es la de invitar a algunos niños a merendar a casa o a algún sitio diferente al cologio para que así se relacionen más y cuando vuelvan a verse en clase tengan un vínculo mayor.
Aún así, si los padres se percatan de que existen verdaderas dificultades para que se relacionen, deben hablar con sus profesores o tutores para analizar su comportamiento y tomar medidas al respecto.

Cuatro habilidades que debe manejar el niño
La psicoterapeuta, formadora y divulgadora, Mónica Manrique, se hace eco de un trabajo publicado por María José Díaz-Aguado dónde se exponen las cuatro habilidades básicas que debe manejar un niño para conseguir amigos en Primaria:
1. Llevarse bien al mismo tiempo con adultos y con iguales.Los niños más aceptados por sus compañeros consiguen hacer compatible su relación con tareas y profesores con la solidaridad hacia sus compañeros.
2. Colaborar e intercambiar el estatus. Las relaciones simétricas (entre iguales) conllevan la continua renegociación de papeles asimétricos (quién controla o dirige a quién en cada momento). Esta situación supone incertidumbre y causa ansiedad al niño rechazado. Los niños que tratan continuamente de controlar, de dirigir a otros niños, suelen ser rechazados por sus iguales. Estos niños suelen tener dificultades para colaborar, no piden información a sus compañeros y tratan con frecuencia de llamar la atención sobre sí mismos, en lugar de centrarse en la tarea. La capacidad para colaborar intercambiando los papeles de quien manda y quien obedece se adquiere sobre todo entre compañeros que se consideran mutuamente amigos. De ahí la importancia que tiene conseguir que todos los niños tengan al menos un buen amigo entre sus compañeros, con el que desarrollar estas importantes habilidades sociales.
3. Expresar aceptación: el papel de la simpatía. Los niños que más refuerzan a sus compañeros, suelen ser los que más refuerzos reciben. Esta simpatía recíproca hace que al niño le guste estar con sus compañeros y pueda desarrollar su inteligencia social y emocional. Por el contrario, los niños que son rechazados por sus compañeros suelen expresar con frecuencia conductas negativas hacia ellos y recibir conductas similares de los otros niños. Esta antipatía recíproca suele provocar una escalada que hace que las conductas negativas aumenten con el paso del tiempo.
4. Repartir el protagonismo y la atención. Uno de los bienes más valorados en las situaciones sociales es la atención de los demás. Comprenderlo y aprender a repartirla de manera ajustada es una de las más sutiles habilidades sociales. Cuando un niño trata de entrar en un grupo ya formado podemos observar que:
- Los niños más aceptados por sus compañeros suelen adaptar su comportamiento a lo que el grupo está haciendo sin tratar de acaparar la atención de los demás ni interferir con lo que hacen, comunicándose con ellos de forma clara y oportuna.
- Los niños que suelen ser rechazados, por el contrario, manifiestan menos interés hacia los otros niños, suelen hacer comentarios irrelevantes, expresan frecuentemente desacuerdo, suelen ser ignorados por el grupo, e intentan llamar la atención sobre sí mismos.

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