sábado, agosto 18, 2012

COHABITACION



BERNARD TOUTOUNJI 16 AGOSTO 2012

Desde hace tres meses salgo con mi novia y afortunadamente todo está
yendo muy bien. Estaba contándolo a un amigo el otro día y al final de la
conversación me preguntó, con una expresión de viva curiosidad: “¿Vais a iros
a vivir juntos?”. De entrada me sorprendió la pregunta, pues suponía que
para la mayoría de la gente que me conoce era obvio lo que yo pienso en ese
tema. Sin embargo, supongo que ya no es “obvio” por qué unos jóvenes que
están saliendo juntos deciden no hacer las maletas y buscar un sitio donde
vivir. Así que explicaré por qué he decidido no compartir la cama con mi novia.
La cohabitación antes del matrimonio es hoy la senda más común de las
parejas jóvenes: así hacen cerca del 75%, y para la mayoría de ellas, más que
una decisión meditada es algo hacia lo que se deslizan sin pensarlo. Cuando
él o ella empiezan a pasar más noches en casa del otro que en la suya, al final parece natural dejar de
pagar dos alquileres.

Pero aunque la cohabitación se presenta como un buen modo de conocer a la otra persona y asegurar así
un matrimonio más sólido, no hay pruebas que demuestren esto. Las estadísticas revelan que la
cohabitación dura 2,5 años antes de romperse o de convertirse en matrimonio, pero la tasa de conversión
en matrimonio está en declive. Entre las parejas que comienzan a vivir juntas, el 50% se casan y el 50%
se rompen antes de cinco años. Para aquellas que llegan a casarse, la tasa de divorcio es el doble que la
de las parejas que no han cohabitado antes de casarse.
Distintas promesas
¿Por qué entonces la cohabitación es la norma aceptada, y al mismo tiempo resulta completamente inútil
para ayudar a las parejas a discernir su futuro? La respuesta a las dos preguntas es la misma: sexo. El
hecho de que se vayan a vivir juntos es el fruto de que ya han empezado a tener relaciones sexuales. No
nos confundamos: la cohabitación tiene que ver con el sexo. Los jóvenes que cohabitan se hacen el uno al
otro la declaración subliminal de que “no necesito casarme contigo para tener relaciones sexuales”.
Esta es una declaración decisiva para el buen estado de la relación, porque el
sexo pasa de ser algo digno de un compromiso ante Dios a algo no más
importante que decidir lo que comeremos hoy. La promesa que se hace una
pareja que cohabita es: “Prometo tener relaciones sexuales contigo hasta
que encuentre a otra persona con la que prefiera tenerlas”. Hace poco vi la
película The Vow, una comedia romántica basada en una historia real. La
pareja protagonista se conoce, empiezan a salir y finalmente el chico le pide a
la chica que se vaya a vivir con él. La escena está concebida como el momento
especialmente romántico en el que el hombre da finalmente un paso adelante
y hace lo que hay que hacer. Pero lo que realmente ha dicho es: “Quiero
acostarme contigo de modo más regular, pero con la libertad de dejarlo si el
asunto no funciona”. ¡Pues sí que es romántico esto!
Lo importante, marginado
¿Y qué pasa con las parejas que viven juntas y finalmente se casan? Pongo
en duda la libertad con la que realmente entran en el matrimonio y su deseo real de estar juntos hasta
que la muerte los separe. Por su misma naturaleza, el sexo está diseñado para establecer un vínculo entre
una pareja, pero cuando una relación llega al sexo antes de tiempo, cuestiones importantes como el
carácter, la concepción de la vida y la compatibilidad quedan orilladas. En consecuencia, todo se ve de
color de rosa y resulta difícil acordarse de las cosas importantes y más aún hablar de ellas. Cuando una
pareja de novios empieza a tener relaciones sexuales, descuida verificar su compromiso intelectual, y en
su lugar inicia uno emocional y sexual.
El amor en ciernes es muy frágil, y la lujuria puede fácilmente apastarlo. El hecho de que una pareja que
cohabita pueda finalmente acabar ante el altar (o más probablemente en el jardín) no es una prueba de
que compartan un verdadero amor. Muchas parejas que hoy se casan no escogen el matrimonio con tanta
libertad como podrían, sino que a menudo simplemente acaban en él. Es solo el siguiente paso tras una
serie de decisiones equivocadas. La cohabitación se basa en el principio de que uno puede abandonarla
en cualquier momento y esta actitud no desaparece fácilmente solo por firmar un certificado de matrimonio.
El camino fácil
Las parejas que cohabitan desean ciertamente amar e indudablemente hacen lo mejor que pueden para
amarse el uno al otro. Pero el problema es que lo mejor que pueden no es suficiente, porque se basan en
una información falseada. Aprenden cómo tener relaciones sexuales con la otra persona pero no cómo es
la persona; desean ser amados pero no logran comprender cómo amar.
Si no me interesara discernir cómo será el posible futuro con mi novia, entonces, desde luego, nos
arrejuntaríamos ahora mismo. Pero mi corazón, como el de cualquier otro ser humano, desea encontrar un
amor que dure toda la vida. Y la probabilidad de encontrarlo disminuiría mucho si tomáramos ahora el
camino fácil y siguiéramos simplemente la tendencia social. El amor es algo demasiado valioso para ser
rebajado y destrozado a través de ese mal social de la cohabitación.
Traducción del original publicado en Foolish Wisdom1

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se nota que algunas personas se han quedado en el tiempo y tienen miedo de la época en la que viven. Sobre todo cuando hacen supuestas investigaciones de los cambios sociales que se estan desarrollando en el nuevo milenio y no tienen ningun comentario del mismo. Me parecen discriminatorios sus escritos, intolerantes, represivos, y seguiria. cohabite con mi marido dos años, nos casamos tenemos hijos y llevamos 12 años de casados. Hay miles de formas de cocebir una familia es el nuevo paradigma que se esta instaurando e nivel mundial y no por eso el antiguo es mejor o peor es diferente. Me da pena el pensamiento de lagunas personas por que es pequeñisimo, cerrado y lleno de prejuicios. Te mando luz y comprension para esta nueva era, en la que vives, por cierto.