lunes, septiembre 27, 2010

COHABITACION VERSUS MATRIMONIO

Muchos analistas señalan la erosión continua del matrimonio y la familia, pero cifras publicadas en Inglaterra hace unos años llevaron a Jill Kirby, portavoz del Centro de Estudios de Política (Centre for Policy Studies) a declarar que la peor amenaza para el matrimonio es la cohabitación, es decir, convivir sexualmente sin estar casados.


"El serio declive del matrimonio es un cambio preocupante. La cohabitación es una asociación inherentemente frágil. No es el divorcio lo que impactará seriamente en los niños del futuro, sino los padres que tomarán y dejarán diferentes relaciones en las que el matrimonio no será un factor. Muchas mujeres de cuarenta y cincuenta años vivirán solas, quizás habiendo tenido una o dos relaciones, pero sin haberse casado nunca, con todas sus implicaciones emocionales y financieras. ¿Queremos que se cumplan estas predicciones o queremos recuperar algunas de las virtudes del pasado?"


Las cifras que preocupaban a Jill Kirby las publicó el gobierno inglés el 29 de septiembre de 2005 en su informe de tendencias de población (Population Trends, septiembre 2005). Las cifras mostraban masas de cuarentones y cincuentones ingleses y galeses cohabitando o solos, sin casarse: para el 2031 el 40% de los hombres y el 35% de las mujeres de 45 a 54 años estarán sin casar. En el 2003, en la ya muy desestructurada sociedad inglesa, aún estaban casados el 71% de los hombres y el 72% de las mujeres de esa edad. Para el 2031 sólo estarán casados el 48% de los hombres y el 50% de las mujeres de esas edad, y para muchos será su segundo o tercer matrimonio.

Las asociaciones familiare s en el Reino Unido recuerdan que estas uniones son muy inestables y generadoras de pobreza, y critican que los laboristas hayan abolido algunos beneficios fiscales del régimen matrimonial y en cambio beneficien a los padres solteros. Entrevistado por el DAILY TELEGRAPH, el psicólogo Phillip Hodson, de la Asociación Británica de Consejería y Psicoterapia, explicaba por qué los matrimonios son más interdependientes que los cohabitantes: "matrimonio es cuando dos personas se hacen una, y cohabitar es cuando dos personas siguen siendo dos".

Cohabitar aumenta el riesgo de divorcio

Muchas parejas jóvenes deciden cohabitar "a prueba", con la idea de casarse después, "para ver si somos compatibles". Piensan que es una forma de prevenir un posible divorcio. Sin embargo, las estadísticas son insistentes: se divorcian más los que antes de casarse estuvieron cohabitando. Las cif ras pueden cambiar según el país y el informe, pero no hay ningún estudio que diga lo contrario, ninguno que diga que los matrimonios creados sin cohabitación presentan más divorcios.

En Estados Unidos, dos investigadores de la Universidad de Wisconsin, Larry Bumpass y James A. Sweet, analizaron los datos del Informe Nacional sobre Familia y Hogares (1987-88), con una muestra de 13.000 personas. Encontraron que en EEUU, diez años después de casarse, el 38% de los que habían cohabitado antes se habían divorciado, en comparación con 27% de los que se casaron directamente. Los autores, que no quieren culpabilizar a nadie, sugieren posibles explicaciones: «Ante el mismo nivel de insatisfacción, los que han cohabitado están más inclinados a aceptar el divorcio como solución».

En Canadá, un estudio del profesor Zheng Wu, de la Universidad de Victo ria, llega a la conclusión de que quienes viven juntos antes del matrimonio se casan más tarde y se divorcian más. El estudio, publicado en 1999 en la Canadian Review of Sociology and Anthropology, revela que 55% de las parejas canadienses que cohabitan terminan casándose. ¿Salen matrimonios estables de la experiencia? No, al contrario.

Aunque se casan con 33-34 años (5 ó 6 años después el que canadiense medio) y se supone que son más adultos y se conocen bien tras años de cohabitar, no resultan más estables. Según el estudio, las mujeres que han convivido con su pareja antes de casarse tienen una probabilidad mayor de divorciarse (80% ) que las que no lo han hecho. En el caso de los hombres, el aumento de probabilidad es de 150%. El riesgo de ruptura es aún mayor si alguno de los miembros de la pareja ha cohabitado antes con otra persona.

Otro trabajo canadien se, a partir de los datos de la Encuesta Social General Canadiense (analizada por Le Bourdais et al., Canadian Social Trends, 56) es muy clara al respecto: el 33% de las mujeres de 20-30 años que se casa directamente vio roto su matrimonio, mientras que si sumamos las que cohabitaron y luego se casaron y las que cohabitaron sin llegar a casarse nos sale un 66% de mujeres que ven rota su relación de compromiso. Una relación de cohabitación sería el doble de arriesgada que una de matrimonio.

Un tercer trabajo canadiense (A. Milan, Canadian Social Trends, 56, año 2000) comprobó que más del 50% de las uniones en cohabitación quedan disueltas antes de 5 años. Los matrimonios que se rompen antes de 5 años son un 30%.

En Europa, lo mismo

Los estudios realizados en Europa apuntan en el mismo sentido. En Alemania, un Informe de las Familias del Deutscher Institute se planteó, con una muestra de 10.000 personas entrevistadas personalmente, cuáles son los factores que aumentan el riesgo de divorcio. Una de las circunstancias que influyen en la divorcialidad es el «haber hecho la prueba». Matrimonios que cohabitaron antes de casarse tienen entre 40% y 60% más riesgo de acabar en divorcio.

Suecia es uno de los pocos países donde la cohabitación es realmente hegemónica como primera opción de los jóvenes, pero después de nacer el primer hijo (más de la mitad de los niños nacen fuera del matrimonio) hay tendencia a formalizar la relación y casarse.


Un estudio sueco (de Jan M. Hoen, profesor de demografía de la Universidad de Estocolmo, publicado en el Välfärdsbulletinen) comparaba los perfiles de las parejas que tienen hijos y se separan. Las parejas con más riesgo de separarse son las de jóv enes que cohabitan sin estar casados. En estos casos, el nacimiento de un hijo disminuye el riesgo de separación, aunque sólo durante los 18 primeros meses. En general, los matrimonios corren menor riesgo de divorciarse, y más si no han tenido hijos fuera del matrimonio y se casan, cuando deciden vivir juntos.

También en España se ha advertido que la cohabitación previa al matrimonio da peor resultado que casarse directamente. Según la Encuesta sobre Fecundidad y Familia, realizada en 1995 con una muestra de 4.000 mujeres y 2.000 varones de 18 a 49 años, entre las mujeres nacidas a finales de los años 60, sólo 3,7% de las que se casaron directamente se habían separado después de 5 años. Las que pasaron antes por la cohabitación se separaron en un 26% de los casos al término de ese plazo.

Al escribir este artículo no hemos encontrado ningún estud io que diga:

-a) que las parejas que cohabitan se separan menos que las que se comprometen mediante una boda.
-b) que las parejas que se casan tras haber cohabitado se separan menos que las que se casan directamente.

Fidelidad y felicidad

A partir de un gran tamaño y muy representativo sobre conductas sexuales (estudiado por Blumstein y Schwartz, 1990), queda bien establecido que el compromiso y la fidelidad en la cohabitación es mucho menor que en los matrimonios. Se preguntó a los encuestados si habían tenido al menos una relación sexual fuera de su matrimonio o cohabitación en el último año. Estos son los porcentajes de los que dijeron que sí:

Esposas: 9%
Esposos: 11%
Cohabitadoras: 22%
Cohabitadores: 25%

Otro estudio de 1994 (Laumann et al.) insistió en lo mismo: sólo un 75% de los cohabitadores son mon&oacu te;gamos mientras cohabitan (frente a más de un 90% de los casados).

En la comparativa de 1998 de Stack y Eshleman, estudiando 17 países occidentales y Japón, se establece que los casados dicen estar felices 3,4 veces más que los cohabitadores.

¿Causas o selección?

Nadie niega que a los matrimonios les va mejor que a los cohabitadores. Una teoría es que las personas más serias, más formadas, más comprometidas, más estables emocionalmente, etc... tienen a casarse, mientras que la cohabitación sería la fórmula que prefieren las personas más inmaduras, menos estables, etc...

Pero otra postura es la que afirma que el matrimonio tiene poder para cambiar a las personas, haciéndolas más comprometidas y esforzadas. El estudio de S.L. Nock de 1998, centrado en como el matrimonio afecta a los hombres, afirma que c asarse ayuda a los adultos a estabilizar su personalidad, ganar auto-estima y confianza personal, desarrollar habilidades y un sentido de responsabilidad que no necesitaban o no desarrollaron de solteros. Otros estudios (Gove et al., 1990; Hu y Goldman, 1990), Lillard y Waite, 1995) señalan que el matrimonio aumenta la felicidad, el bienestar psicológico, la salud física y la longevidad.

Todo esto lleva a la socióloga canadiense Anne-Marie Ambert, profesora en la Universidad de York, a desarrollar una lista de ventajas sociales del matrimonio que los gobiernos deberían potenciar:

Una pareja casada es una agencia de salud y bienestar pequeña y a todo riesgo, a cargo de voluntarios. El matrimonio reduce los costes de sanidad, las inversiones en bienestar, los gastos penales y policiales. Reduce los costes relativos al abuso del alcohol, las drogas, las enfermedades sexualmente transmitidas. Más aun, cuando los individuos casados tienen niños se implican más en las escuelas y el vecindario, contribuyen a la estabilidad y mejora de su área y del sistema educativo.


sábado, septiembre 11, 2010

MATRIMONIO, UNAS ACLARACIONES

Fuente: Public Discourse
Fecha: 30 Agosto 2010

Si se define el matrimonio por características no esenciales, es difícil no aceptar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Stephen J. Heaney, profesor asociado de filosofía en la Universidad Saint Thomas en Saint Paul (Minnesota), propone volver a una auténtica idea del matrimonio, en un artículo publicado en MercatorNet, del que traducimos algunos párrafos.

Abraham Lincoln preguntó una vez cuántas patas tiene un perro si llamamos a la cola pata. La respuesta, dijo, es cuatro: llamar a una cola pata no cambia nada. Nos reímos y seguimos adelante.

Pero ¿y si la gente comienza a argumentar que la cola es en realidad una pata? Se podría decir que lo que define la pata es que se trata de un apéndice del cuerpo del perro, que contiene huesos y músculos cubiertos de piel y de pelo, igual que una cola. Solo que la cola sale del cuerpo en un ángulo diferente que las otras patas. Cuando la cola cuelga hacia abajo, ¿quién puede ver la diferencia?

Este es un ejemplo de cómo definir una cosa por sus características no esenciales. Es como decir que un soldado es "un hombre que viste un uniforme y lleva un arma", o llamar a un estadio de fútbol "un campo rodeado por un montón de asientos." Puede ser verdad en cada caso, pero no sirve para definirlo.

(...) La exigencia del matrimonio entre personas del mismo sexo implica un error similar. El matrimonio se caracteriza a menudo hoy en día de la siguiente manera: (1) dos personas (2) que se aman (3) que desean tener relaciones sexuales (4) dan su consentimiento para unir sus vidas en lo sexual, material y económico (5) con el refrendo de la comunidad. Dado que las parejas del mismo sexo pueden cumplir con los cuatro primeros criterios, ¿cómo puede la sociedad rechazar la quinta? (...)

Pensando en los hijos

Por lo general, el matrimonio tiene de hecho estas características. Pero ¿por qué el matrimonio tiene estas características? (...)

En primer lugar, los seres humanos tienen una poderosa atracción para mantener relaciones sexuales.

En segundo lugar, las relaciones sexuales entre un hombre y una mujer de modo natural y frecuente llevan a tener hijos. Hombres y mujeres solo tienen cada uno una parte del sistema reproductivo completo. Sin las dos partes, la reproducción no puede suceder. Si el resultado no fueran los niños, sería un verdadero misterio saber para qué tenemos esos órganos, y por qué tenemos una profunda inclinación a mantener relaciones sexuales.

En tercer lugar, la crianza de los niños es una responsabilidad de por vida. Como seres sociales que somos, nos mantenemos conectados a través de las generaciones. Incluso cuando los adultos tienen sus propios hijos, necesitan la sabiduría y el consejo de sus padres y madres. Para los que entran en este proyecto todo es más fácil si se quieren y saben darse el uno al otro. Realizar estas acciones con amor es la forma propia del ser humano.

En cuarto lugar, como dan origen a los hijos, las relaciones sexuales tienen importantes consecuencias públicas. No son, como nos gustaría pensar, actos puramente privados. A la comunidad le importa quién las realiza, y en qué circunstancias. Así que la comunidad aprueba ciertos acuerdos sexuales; y rechaza como inapropiados otros que no cumplen con la plenitud de la verdad de la sexualidad humana. Para apoyar a los que la cumplen, les ofrece la institución del matrimonio. En el matrimonio, la pareja se compromete ante la comunidad a realizar este proyecto a través de las promesas de fidelidad y permanencia, uniendo sus cuerpos y sus vidas para hacer que el proyecto se realice. (...) La comunidad apoya a la familia por medio de protección y ayudas. Puede ser que otros reciban prestaciones similares por distintas razones, pero la razón de que las prestaciones correspondan al matrimonio es para ayudar a que el proyecto del matrimonio prospere.

Si la sexualidad no llevara naturalmente a la descendencia, sería difícil explicar por qué existe, tanto si uno cree en una evolución puramente material o en un diseñador amoroso del universo, pues no tendría ninguna utilidad. Si los actos sexuales no conducen naturalmente a los hijos, sería difícil explicar cómo apareció el matrimonio en la historia humana, pues no serviría para nada

Las religiones no lo inventaron

Las religiones pueden bendecir el matrimonio, pero no lo han inventado. Como el sexo y el matrimonio son realidades profundamente importantes, no es de extrañar que tengan un significado religioso. Pero el sexo y el matrimonio han existido siempre en toda comunidad humana.

Si aceptamos una definición de matrimonio basada en sus características no esenciales como si eso bastara, sería imposible rechazar el matrimonio homosexual. En cambio, si se tiene en cuenta toda la verdad, es imposible aceptarlo. Aunque superficialmente las uniones homosexuales resulten parecidas a los verdaderos matrimonios, las relaciones entre personas del mismo sexo no puede funcionar como matrimonios.

Hoy en día, los matrimonios se desmoronan, las familias se rompen, la sociedad se tambalea. ¿Por qué? Porque no estamos viviendo en la verdad. Aceptamos una mala definición del matrimonio, admitimos casi cualquier arreglo sexual, glorificamos la búsqueda del placer sexual, y tratamos a los niños como si fueran un medio para satisfacer nuestros deseos. En su gran mayoría, las investigaciones muestran que criar a los niños en un ambiente distinto al de sus padres naturales es perjudicial. A veces el daño es inevitable, como cuando un padre muere, pero no hay que buscarlo a propósito.

lunes, septiembre 06, 2010

MOLESTAN LOS NIÑOS?

Pasar de sancionar el ruido propio de la chiquillería a considerarlo “música celestial” es un claro síntoma de la importancia que desde hace algún tiempo el Gobierno alemán da a la estrategia para superar el declive demográfico del país.

Hasta el momento, en la capital alemana estaba vigente una estricta ley contra la contaminación acústica, que incluía también los ruidos provocados por los niños. Cualquier persona podía denunciar ruidos sin limitación de horario –también a mediodía en un parque- y sin necesidad de que fueran exageradamente molestos. Este contexto no favorecía precisamente la convivencia sino, al contrario, contaminaba las relaciones vecinales, además de producir temor a tener varios hijos y a impulsar cualquier iniciativa empresarial relacionada con el mundo infantil: creación de guarderías, construcción de parques de juegos, etc. De hecho, una serie de demandas contra el bullicio producido en jardines infantiles, tuvieron éxito en los tribunales locales.

Ahora, el Parlamento regional de Berlín ha aprobado una enmienda a la ley para tolerar el ruido producido por los niños en los parques, guarderías y escuelas. “El ruido de niños jugando es una manifestación apropiada de la infancia y fundamentalmente tolerable en interés de la preservación de su desarrollo”, sostuvo en un comunicado el partido socialdemócrata (SPD), promotor de la enmienda.

Esta medida no será la única que se tome a favor de la natalidad. Forma parte de un conjunto de iniciativas que el Gobierno federal aplicará en 2010 para ayudar a las familias numerosas, entre las que se incluirán las destinadas a facilitar el alquiler de viviendas con el espacio apropiado.

La necesidad de incentivar las políticas familiares en Alemania se extiende más allá del ámbito institucional. Ya en 2008, varios medios de comunicación privados lanzaron una campaña de publicidad que resaltaba la importancia de que hubiera más niños, a pesar de los inconvenientes habituales asociados a su crianza y educación

Alemania era en 2006 uno de los Estados con fecundidad más baja (1,32 hijos por mujer). En 2007 tras comenzar a aplicar medidas favorables a la familia ha elevado su tasa a 1,37, todavía lejos de Irlanda, Francia y Suecia, los países de la Unión Europea con un indicador de fecundidad más elevado, según los datos de Eurostat correspondientes 2007, último ejercicio cerrado.

Irlanda registra 2,01 hijos por mujer en edad fértil, Francia 1,98, Suecia 1,88, y Finlandia 1,83. La fertilidad española es pareja a las de Gracia y Letonia (1,41), Austria (1,38) y Chipre (1,38) y supera a Portugal (1,33). Los índices de fertilidad más bajos del continente se registran en Hungría (1,32), Polonia (1,31), Rumania (1,30) y Eslovaquia (1,25).

EDUCACION MIXTA O DIFERENCIADA

Desde que el Departamento de Educación de Estados Unidos dio nuevas reglas en 2006 para permitir la educación diferenciada por sexos en la enseñanza pública, las escuelas de este tipo están proliferando. Este año, según datos de la asociación nacional de Single Sex Public Education, 540 escuelas públicas han adoptado fórmulas de este tipo. Un reportaje publicado en el magazine del Washington Post (8-08-2010) cuenta la experiencia de algunas de estas escuelas.

En cuanto a la organización, existen tres modelos: las llamadas “dual academy”, en las que chicos y chicas van al mismo colegio, pero mantienen clases separadas, excepto en ocasiones especiales; colegios mixtos con clases diferenciadas por sexos únicamente en determinadas materias; y colegios que son solo de chicos o de chicas.

Las escuelas con educación diferenciada son particularmente populares en los distritos urbanos que tienen amplias poblaciones de minorías, y que a menudo son los que tienen más problemas de calidad académica. Estas escuelas abundan más en el sudeste del país, y especialmente en Carolina del Sur, donde miles de niños participan en programas de este tipo en 160 escuelas públicas, mientras que otras tantas están considerando esta opción para el próximo curso.

Una de las principales ventajas de las clases separadas es que las diferencias entre chicos y chicas pueden explotarse en beneficio de ambos, dice Leonard Sax, psicólogo, autor de libros como Why Gender Matters que aboga por la enseñanza diferenciada.

De hecho, en las escuelas visitadas para el reportaje, las clases de chicos son más movidas y competitivas, mientras que las de chicas con más ordenadas y dedicadas al trabajo en equipo.

Menos estereotipos por géneros

La presencia de chicos y chicas en las mismas aulas no equivale a realizar la igualdad entre hombres y mujeres. Esta es la conclusión de un artículo de síntesis sobre los resultados de la coeducación, escrito por Marie Duru-Bellat, investigadora de Sciences Po, publicado en la Revue de l’OFCE, nº 114 (julio 2010).

El artículo presenta una síntesis de lo que desvela la investigación en educación sobre el funcionamiento de las clases mixtas. La síntesis muestra que en la vida diaria de la clase se reproducen los estereotipos de los roles sociales masculinos y femeninos.

Los estudios atribuyen parte de la responsabilidad a los educadores por exigir de modo diferente a chicos y a chicas. Marie Duru-Bellat toma como ejemplo las materias científicas. Inconscientemente, los educadores esperan más de los chicos en estas materias, y por lo tanto les exigen más. En cambio, prestan menos atención a las chicas, a las que se supone menos dotadas en estas asignaturas.

En cambio, en las clases no mixtas, al no haber esta diferencia de trato, las chicas tienen más facilidad para destacar plenamente.

Otra observación sobre las clases mixtas es que las relaciones de competencia entre los sexos refuerzan su diferenciación. En los grupos mixtos, los estereotipos de lo masculino y lo femenino tienden más a afirmarse. Las chicas tratan de evitar la confrontación con los varones. Por su parte, los chicos tienden a afirmar su virilidad, lo que da lugar a un despego por las exigencias escolares y a obtener peores notas. A la inversa, en las clases no mixtas chicos y chicas no tienen complejos para hacer elecciones escolares distintas de lo que se espera de su género.

La conclusión de la socióloga es que la simple instauración de la coeducación no produce los resultados esperados en términos de igualdad. Por lo cual habría que plantearse seriamente la posibilidad de volver a las clases diferenciadas por sexos, al menos de un modo parcial y puntual.