martes, octubre 31, 2006

DEPRESION EN LA FAMILIA

Las causas de la depresión
-la creciente glorificación del individualismo duro que fomenta la competitividad
-el estado de continua frustración que ocasiona el desequilibrio entre aspiraciones y oportunidades
- el sentimiento de fracaso que produce la persecución obsesiva e inútil de ideales inalcanzables que promueve la sociedad, como la perfección física en la mujer o el enriquecimiento económico en el hombre;
-el estilo de vida carente de sentido religioso;
-la transformación del modelo de familia;
-la doble carga del trabajo y el hogar que soportan las mujeres;
-el creciente número de rupturas matrimoniales;
-el fácil acceso a las drogas y la mayor tolerancia del consumo de alcohol entre los jóvenes.
El amigo Luis no se queda corto buscando etiologías al hastío imperante en nuestra sociedad de consumo (consumo de bienes materiales, claro está; porque de bienes espirituales parece que sea mejor abstenerse). ¿Que puede haber más causas de depresión? Seguro. Usted mismo podría añadir otras de su cosecha.
Pero de lo que estamos todos convencidos es que ahora parece haber más depresivos que nunca. ¿Quién no tiene un pariente o un amigo con un cuadro depresivo? Y bien lo saben los laboratorios farmacéuticos, que hacen su agosto con flamantes medicaciones antidepresivas de última generación.
El hombre pleno, hasta en los charcos ve belleza;
el deprimido, todo lo ve embarrado
Más datos. Se calcula que una de cada cinco personas, en algún momento de su vida, sufrirá de depresión. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), del tres al cinco por ciento de la población mundial presenta depresión.
Claro que usted puede decirme que la depresión ha existido toda la vida. Cierto. La historia nos lo confirma con numerosos depresivos famosos; le apunto algunos: Baudelaire, Tchaikovski, Balzac, Newton, Goya, Schumann, Chopin, Rossini (sufrió un cuadro depresivo que le duró treinta y seis años, después de los cuales compuso su mejor obra: Pequeña misa solemne), Kafka, Tolstoi, Dostoievski...
Los niños deprimidos
¿Los niños también se deprimen? Durante años se ha negado la existencia de enfermedad depresiva en los menores. Ahora sabemos que hay muchos niños sumidos en ella, pero, a menudo, cuesta diagnosticarla... porque aparece enmascarada, camuflada bajo síntomas aparentemente banales (inapetencia, irritabilidad, insomnio, enuresis, etc.).
Se puede decir que aproximadamente el dos o el tres por ciento de todos los niños con un comportamiento alterado presentan depresiones de grado medio a severo, y otro seis a ocho por ciento de carácter leve. Su incidencia es prácticamente el doble en el sexo femenino.
Es importante conocer que la depresión es una de las respuestas posibles ante el sufrimiento, pero no hay que confundirla con éste, ni tampoco es la única respuesta posible del niño (antes puede probar con las actitudes de rechazo, cólera o rabia).
La reacción depresiva viene a ser como la última posibilidad para evitar la impotencia ante el sufrimiento físico y psíquico. En el núcleo de toda depresión existe, siempre, un sentimiento de pérdida interna. De algo querido que se nos ha ido o hemos perdido.

El denominador común de la enfermedad depresiva es la tristeza extrema (el toedium vitae de los latinos). Sin embargo, como ya he dicho, bastantes veces no se manifiesta como tal, sino enmascarada a través de síntomas aparentemente ajenos.
En los adultos tenemos, por ejemplo, el insomnio pertinaz que no cede a los somníferos, o el dolor de espalda que no calman los analgésicos. En la infancia, especialmente en los niños pequeños, aparece casi siempre muy camuflada y es difícil llegar al diagnóstico.
Adolescencia y depresión
Los adolescentes depresivos se aproximan más a la clínica del adulto, siendo típicos los dolores de cabeza y de espalda, los insomnios, el mutismo, los tics, la obesidad y, también, el adelgazamiento (anorexia, bulimia). Su sintomatología psíquica oscila entre la actitud pasiva-inhibida, propia de las chicas, y la actitud activa-agitada, frecuente en los chicos.
Las adolescentes depresivas son con preferencia tristes, inhibidas en sus relaciones sociales, obedientes en casa, discretas y tranquilas (lo que se ha venido en llamar "síndrome de la Cenicienta"), mientras que los varones son rebeldes, irritables, miedosos, temerosos a la hora de establecer contactos y agresivos en su relación social.
Lo peligroso es que cuando un niño o un adolescente tocan fondo en la depresión (del latín deprimere, hundirse) tienen pocos recursos para salir a flote por sus propios medios (a los adultos también les cuesta, pero tienen más ayudas a su alcance y saben cómo solicitarlas).
A la población menuda tenemos que echarle una mano con urgencia. Porque, ya es sabido -aunque a veces nos duele reconocerlo, ya que implica una negligencia o un fracaso total del soporte familiar y social que debería estar involucrado- que los menores también se suicidan... y mucho. Y esto cuestiona el buen funcionamiento de la sociedad en pleno.
Sin ánimo de ser tremendista, pero sí de ser realista, como profesional de la salud mental tengo la obligación de manifestar mi preocupación. Todos -padres, educadores y sanitarios- tenemos que agudizar nuestra supervisión de este trastorno que hace tan trágicos estragos anímicos.
Y en particular quiero hacer una llamada de atención a los compañeros, a los amigos que conocen a fondo al muchacho que ahora, de pronto, deja de salir con ellos, no responde a sus llamadas o se recluye en casa para esconder su tristeza. Esta red de maravilloso soporte que es la amistad de los iguales tiene que ser centinela para detectar precozmente esta inflexión en la vida de alguien que tenemos cerca y avisar con premura a quien corresponda. Así pueden salvar una vida.
Para terminar, quiero sólo recordarles un último dato: un adolescente tiene ahora el doble de posibilidades de sufrir una depresión de las que tenían sus padres y el triple de las que tenían sus abuelos.
La adolescencia es un trayecto largo y lleno de ilusiones, pero también de frustraciones. No lo olviden.

jueves, octubre 19, 2006

PADRES PROTECTORES

Firmante: Ignacio F. Zabala
29-03-2006
037/06
Rara es la generación que no se acaba ganando un sobrenombre. La de los nacidos a partir de 1982 se ha empezado a llamar en Estados Unidos "generación del milenio" (los primeros cumplieron 18 años en 2000). La nota distintiva es que es la más hiperprotegida y teledirigida de la historia: fueron los chicos del "bebé a bordo"; viajaron en asientos de seguridad infantil; no montaron en bici sin casco ni rodilleras; sus juguetes se fabricaron en conformidad con todas las directivas de seguridad internacionales...
Junto con esto, según Mark McCarthy, vicepresidente de la Universidad de Marquette, "los padres de esta generación se han acostumbrado a tener un contacto permanente con sus hijos y viceversa". El teléfono móvil es el cordón umbilical. Un estudio realizado en el Middlebury College, cuyos resultados serán publicados en agosto por la American Psychological Association, muestra que los estudiantes de primer año hablan con sus padres más de 10 veces a la semana.
Según los estudiosos, los padres están tan involucrados por distintas razones pero coinciden en una: el deseo de proteger a sus hijos porque la sociedad es cada vez más competitiva y difícil. El "Washington Post" (21-03-2006) recoge la declaración de una madre que confirma la tendencia: "Hay montones de cosas que no puedo controlar: el terrorismo, el clima... Pero sí puedo controlar en qué emplea su tiempo mi hija".
A principios de los noventa, los profesores y directores de colegios comenzaron a notar que algo estaba cambiando. Los padres pasaban cada vez más tiempo en el colegio, luego llegaron las llamadas telefónicas a los profesores, los e-mails, los sms, a veces, todo a la vez. Todavía hoy muchos colegios no saben cómo manejar la avalancha. Hace unos años, buscar colaboración entre los padres para cualquier actividad extraescolar era inútil, hoy el "overbooking" está garantizado en muchos colegios (cfr. Aceprensa W46/05).
Pero no todo es "amor de madre". Muchos profesores se quejan de que los padres se entrometen demasiado: "¿por qué le has puesto esta nota?", "¿por qué está en el banquillo?", "¿por qué le regañas?", "¿por qué está sentado al final de la clase?", "¿por qué le has castigado?". De hecho, algunos colegios privados ya incluyen en el contrato de admisión la advertencia de que un alumno puede ser expulsado del colegio como consecuencia del comportamiento de sus padres.
"Padres helicóptero"
Por defecto o por exceso, todo tiene su lado oscuro. Los educadores advierten que esta actitud de los padres impide que los niños aprendan a resolver problemas, tomar decisiones, asumir responsabilidades, ser independientes. Lo necesitarán en la universidad y más allá. Linda Walter, codirectora de los programas de orientación de los nuevos alumnos de la Universidad de Seton Hall, afirma que "la mayoría de los jóvenes que entran en la universidad tienen los conocimientos académicos necesarios para realizar bien sus estudios, pero carecen de independencia, no saben compartir y no tienen capacidad para resolver conflictos".
Algunos colegios ya se han adelantado. Uno de Phoenix ha puesto en marcha el programa "Managing Millennial Parents" para explicar a los profesores cómo tratar a los "padres helicóptero", llamados así porque se lanzan en picado al mínimo problema. Otros, ofrecen a los padres cursos donde les advierten de las consecuencias que lleva consigo decidir todo en lugar de sus hijos.
Todo esto sería un teoría pedagógica más si Sue Shellenbarger ("The Wall Street Journal", 16-03-2006) no tuviera testimonios de que los "padres helicóptero" ya están aterrizando en los centros de trabajo. Directivos de empresas como Boeing, General Electric o St. Paul Travelers han descolgado el teléfono para escuchar a un padre contar lo idóneo que es su hijo para el puesto de trabajo –a veces en mitad de la entrevista de trabajo– o para protestar por el sueldo que le ofrecen y tratar de aumentarlo. Otras veces lo sorprendente es que el candidato no acepta el puesto porque primero tiene que consultarlo con su padre.
En la mayoría de los casos, el proceso de contratación se hace de forma confidencial y las llamadas telefónicas de los padres se sortean con diplomacia. Pero algunas empresas han optado por mandar copia de las condiciones de la oferta a los padres e incluso les permiten asistir a algunas de las sesiones del proceso de selección.
Mientras tanto, ¿cómo se sienten estos jóvenes blindados? La mayoría bien, gracias. Según una encuesta realizada por una empresa de servicios, Experience, entre 400 jóvenes, solo el 25% dijo que sus padres estaban excesivamente implicados en sus cosas hasta el punto de ser embarazoso o molesto. ¿De qué más pueden quejarse?

miércoles, octubre 11, 2006

VIOLENCIA DE GENERO?

Violencia entre gays: la Ley de Violencia de Género no la previene
El 32% por ciento de las parejas de gays y lesbianas han sufrido violencia de pareja, según la revista gai 'Advocate'
Un homosexual maltrata a otro. Una lesbiana, a otra. Es difícil denunciarlo: has de contar las vejaciones, ataques, tu vida sexual... y además, al ser un hombre contra hombre o mujer contra mujer, se acaba apreciando como una lucha entre iguales. No es fácil convencer de que eres una víctima.
Ahora los gays se quejan de la muy progresista Ley Integral contra la Violencia de Género.
"¿Género? ¿Por qué no hablar de violencia de pareja? Se trata de una normativa elaborada desde el sexismo feminista; de proteger a la mujer por encima de todas las cosas, dejando de lado otros tipos de violencia entre personas con relaciones sentimentales, sexuales y afectivas. El resto de modelos de convivencia están desprotegidos", señala taxativamente el presidente de la Asociación de Gais y Lesbianas de Cantabria (Alega), Regino Mateo, entrevistado en EL DIARIO MONTAÑÉS (19/03/06).
Y es que en Santander se ha presentado una denuncia de un homosexual contra su compañero sentimental por malos tratos. La primera en España. Es violencia doméstica, pero no puede acogerse a la Ley de Violencia de Género porque no son de sexo distinto.
"En Cantabria -aclaran desde la Guardia Civil- no existe ni un sólo centro de acogida para hombres, así que en el caso de necesitarlo no podrían hacer uso de la garantía que ofrece la Ley Integral de Violencia de Género para las mujeres". Lo mismo se podría decir de un abuelo que quisiese huir de sus hijos o nietos maltratadores.
Relaciones violentas
Según el sexólogo cántabro Carlos San Martín, "el 32,2 % de las parejas de gais y lesbianas admiten haber sido víctimas de violencia por parte de su pareja, según un estudio de la revista gai Advocate, cuya estadística es plenamente extrapolable a la comunidad homosexual en España. El problema radica en el escaso número de denuncias, y en la dificultad de establecer los roles de 'agresor-víctima' a nivel legislativo, a pesar de que éstos entre los gais y lesbianas también existen".
El estudio Greenwood et altri, realizado en el año 2002 a un total de 3.700 hombres homosexuales estadounidenses, puso de manifiesto con especial crudeza que dos de cada cinco personas encuestadas habían sufrido en alguna ocasión algún tipo de maltrato físico en sus relaciones de pareja.
Violencia doméstica
En 2002, la Traditional Values Coalition publicó en EEUU un informe recopilando datos sobre violencia doméstica ("Domestic Battering"). Había bastantes datos sobre la violencia entre homosexuales y lesbianas, más alta que en parejas heterosexuales.
Según las estadísticas del FBI de 1999, en EEUU se produjeron 1.317 incidentes de agresiones entre homosexuales, desde el asalto hasta las injurias graves.
También en 1999, según datos de la Coalición Nacional de Programas Antiviolencia, hubo 3.120 incidentes de violencia doméstica homosexual registrados en San francisco, Nueva York, Chicago, Boston, Los Ángeles, Colorado, Cleveland y Columbus.
También en 1999 la revista Clinical Psychology Review revisó 19 estudios sobre violencia doméstica homosexual: el 28% de las parejas homosexuales de ambos sexos registraron violencia física; en concreto se registró violencia en el 48% de las parejas lesbianas y en el 38% de las parejas de varones. En un estudio sólo de parejas lesbianas, se registraban maltratos psicológicos entre un 73% y un 90% de las parejas. Más de un 30% de las lesbianas habían estado en una relación donde al menos había sucedido una agresión física.
Otro informe importante es el de los National Institutes of Health del año 2000: "los convivientes del mismo sexo registraron una violencia con la pareja íntima significativamente mayor que los convivientes de sexos opuestos". El 39,2% de las lesbianas declaró haber sido agredida físicamente, acosada o incluso violada por su pareja del mismo sexo. Entre los varones homosexuales, un 15,4% admitió haber sufrido estas actividades.
Se trata, pues, de un fenómeno muy extendido, que muchos pueden ligar a otros hábitos propios del estilo de vida gay, como la falta de compromiso, inmadurez psicológica, relaciones emocionalmente dependientes, depresiones, promiscuidad, etc...