martes, noviembre 29, 2011

LOS PADRES Y LOS DERECHOS EDUCATIVOS


Familias canadienses piden que la escuela respete los derechos educativos de los padres



Una institución canadiense ha resumido en un documento los puntos principales que sustentan la autoridad de padres y tutores como primeros responsables de la educación de sus hijos, también en la escuela pública, y ha comenzado una campaña para conseguir adhesiones que respalden la actuación de los progenitores frente a los excesos del Estado o las limitaciones de las autoridades educativas. Entre otras peticiones, exigen información previa sobre los programas de algunas asignaturas y la posibilidad de decidir la no asistencia de los hijos, cuando los contenidos entren en conflicto con su competencia como padres.

La declaración pide instaurar un sistema de consulta en los programas sobre sexualidad y otros temas sensibles, de manera que se conozcan sus contenidos y los padres puedan decidir que sus hijos participen o no en esas clases

La iniciativa se puso en marcha en Canadá a comienzos de julio por una sociedad denominada Catholic Civil Rights League y busca apoyos entre todo tipo de personas y asociaciones que estén de acuerdo con su contenido, independientemente de su fe o creencias. Su objetivo es “recordar a la sociedad que padres y tutores son los primeros y más importantes cuidadores de sus hijos” y su autoridad “debe ser respetada por el Estado y todos los que tienen que ver con el proceso educativo”. Se trata de dar apoyo a unos padres que “a menudo se sienten aislados o marginados en sus relaciones con las autoridades educativas o con los profesionales”.
El documento apoya cada uno de sus afirmaciones en textos aprobados por Naciones Unidas y reconocidos por la gran mayoría de países, desde la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) a la Convención sobre los Derechos del Niño (1989). El texto destaca sobre todo la primacía de la autoridad de los padres en la labor educativa, por el simple hecho de haber dado la vida a sus hijos. Esta obligación natural les confiere, según los promotores de la declaración, una autoridad inalienable para educar a sus hijos que “no depende ni se deriva de la sociedad o el Estado”. Por eso, aunque deleguen parte de su responsabilidad en maestros o profesores que les ayuden, “los padres y tutores siguen reteniendo su autoridad”, señala.
A la vez que se recuerda el deber de los padres de comprometerse activamente en el proceso educativo, cooperando con los profesores y colegios, se les reconoce la posibilidad de que puedan educar a sus propios hijos en casa, con la ayuda de profesores que ellos mismos busquen, en colaboración con otros padres, o poniendo en marcha colegios que concuerden con sus objetivos y convicciones. Según la Catholic Civil Rights League, apoyar y ayudar esas iniciativas de padres y tutores desde el Estado y la sociedad “resulta coherente con el pluralismo auténtico”.
Más transparencia
El texto es especialmente sensible hacia la formación en ética y normas morales, aspectos que no deben ceñirse solo al contexto de la práctica religiosa. Por eso, también en las escuelas públicas –que se ven como una ayuda a los padres– debe seguir prevaleciendo la autoridad de los progenitores sobre la educación de los niños. “La escuela pública no puede convertirse en un instrumento de imposición cultural, ideológica o religiosa, amparándose en el argumento de que el Estado o las autoridades educativas conocen mejor lo que beneficia más a sus hijos”.
Los firmantes de la declaración exigen la puesta en marcha de un sistema de consulta sobre los programas de las asignaturas y la posibilidad de que los padres decidan sobre la participación o no en algunas actividades. La petición de transparencia en los programas y materiales escolares debe ser especialmente cuidadosa en materias como la sexualidad y otros temas sensibles, de manera que se conozcan con antelación esos contenidos y se respete que, en algunos casos, los padres decidan que sus hijos no asistan o participen en esas clases. Amparándose en textos reconocidos internacionalmente, la Catholic Civil Rigths League asegura también que “nadie puede obligar a los niños y a los jóvenes a guardar secreto sobre contenidos y métodos de instrucción”.
La asociación canadiense recuerda que para el desarrollo y el bienestar de los niños y de la sociedad, es preciso educar en el bien, la verdad y la libertad, lo que incluye potenciar no solo el conocimiento sino también algunas virtudes. En su opinión, éstos son aspectos fundamentales de la educación y resultan esenciales para el desarrollo y bienestar de los niños y de la sociedad.

viernes, noviembre 18, 2011

MATRIMONIO Y PATERNIDAD


Un cambio legal con repercusiones de gran alcance

El coste de redefinir el matrimonio


En EE.UU. siguen las batallas políticas sobre el “matrimonio gay”. La última ha tenido lugar en el estado de Minnesota, donde la Cámara y el Senado han aprobado que en las elecciones de 2012 se someta a referéndum una enmienda constitucional para proteger el matrimonio entre hombre y mujer. En apoyo de esta propuesta, la Dra. Jennifer Roback Morse dirigió a la Cámara las siguientes consideraciones para hacer ver cómo la redefinición del matrimonio afecta a los niños, a la paternidad y a la intervención del Estado en la familia.



En lugar de unir los hijos a sus padres biológicos, el matrimonio del mismo sexo es el vehículo que separa a los niños de uno de sus padres

El objetivo público esencial del matrimonio es unir a madres y padres con sus hijos y entre sí. Para poder ver la importancia de este fin, debemos considerarlo desde la perspectiva del niño. ¿Qué hay que dar al niño? A diferencia de los adultos, el niño no necesita autonomía o independencia. El niño necesita que las dos personas que le trajeron a la vida se relacionen y cuiden de él.. Por lo tanto, el niño tiene un interés legítimo en la estabilidad de la unión de sus padres. Pero ningún niño puede defender estos derechos por sí mismo. Ni tampoco es posible restituirle estos derechos una vez que hayan sido violados. Los derechos del niño a la relación con sus padres y a que le cuiden deben ser apoyados activamente, antes de que el daño haya sido hecho.
Cambio niño por adultos
El matrimonio es la institución de la sociedad adulta que protege los intereses legítimos de los niños. Sin este propósito público, no necesitaríamos del matrimonio como una institución social específica.
Frente a esto a menudo se objeta que también hay matrimonios que no tienen hijos. Esto es verdad, pero todos los niños tienen padres. Privar a un niño de relacionarse con sus padres es una injusticia que se hace al niño, y no debería admitirse a menos que hubiera una razón convincente o inevitable. La objeción de que algunos matrimonios no tienen hijos pone del revés la razón fundamental del matrimonio. Ve al matrimonio estrictamente desde el punto de vista del adulto, en lugar de hacerlo desde la perspectiva del niño.

La alternativa al principio biológico para la determinación de la paternidad es el principio de que el gobierno decida quién es el padre

Para qué sirve el matrimonio
Las parejas del mismo sexo y las parejas heterosexuales son claramente diferentes con respecto al fin público esencial del matrimonio, y tratar cosas diferentes de forma diferente no es discriminación. Por eso en los pocos casos en que los tribunales han decidido que el no reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo es una discriminación ilegal, han atribuido al matrimonio fines que no tienen nada que ver con la procreación o con la unión de los hijos con sus padres.
Por ejemplo, el juez Vaughn Walker, quien falló contra la Proposición 8 en California, definió el matrimonio de la siguiente forma: “Matrimonio es el reconocimiento y la aprobación por parte del Estado de la decisión de una pareja de vivir juntos, estar comprometidos entre sí y formar un hogar basado en lo que sienten el uno por el otro, y a compartir su economía para apoyarse mutuamente y a los que dependen de ellos.”
Según esta definición, el matrimonio no tiene nada que ver con los hijos, con la permanencia, con la exclusividad sexual o incluso con el sexo: algunos compañeros de habitación en la universidad se podrían considerar casados según esta definición. El propósito público esencial del matrimonio se ha desvanecido y ha sido reemplazado por fines privados no esenciales. En lugar de ser una institución social fundamental, el matrimonio se convierte en nada más que un registro gubernamental de amistades, una inútil convención legal que francamente no merece ninguna ayuda o reconocimento del Estado.
Los mejores padres
Pero el niño también necesita unión con su madre y su padre. Algunas veces oímos afirmar que las investigaciones concluyen que las parejas del mismo sexo pueden ser buenos padres, como se pretende demostrar en un reciente estudio publicado en la revista Pediatrics [2010; 126:28-36]. Esta investigación se basó en los datos aportados por una muestra poco representativa de madres lesbianas de 78 adolescentes, información que no se puede considerar suficiente para establecer conclusiones generalizadas. Aun así, los titulares dijeron: “Las lesbianas son los mejores padres”. Y una revisión publicada en 2010 de 80 estudios admitió que hay muy pocas pruebas acerca de las parejas masculinas como padres [Journal of Marriage and Family, 2010; 72:3-22]. Sencillamente, no tenemos suficientes pruebas para extraer conclusiones del tipo “las lesbianas son los mejores padres”.
En el otro lado de la ecuación tenemos montones de datos que muestran que los niños necesitan un padre y de una madre [ver Why Marriage Matters: cfr. Aceprensa, 17-07-2002], y que el padre hace una contribución específica al bienestar de los hijos [ver D. Blankenhorn, Fatherless America: cfr. Aceprensa, 22-03-1995]. Las madres y los padres no son intercambiables, pero para cambiar la definición de matrimonio será necesario decir que sí lo son. De hecho, los tribunales están diciendo tonterías tales como que “la idea tradicional de que los hijos necesitan una madre y un padre para ser educados como personas sanas y equilibradas está basada más en un estereotipo que en cualquier otra cosa”. Esta declaración del Tribunal Supremo de Iowa [caso Varnum vs Brien] es simplemente falsa en cuanto afirmación general.
Nada más que biología
Pero el problema más significativo es cómo la redefinición del matrimonio afecta a otros aspectos del sistema legal y social.
El matrimonio del mismo sexo cambia la definición de la paternidad, como efecto colateral de la redefinición de matrimonio. Hasta ahora, el matrimonio ha hecho que la paternidad legal siga a la paternidad biológica, con algunas excepciones por adopción. La presunción legal de paternidad significa que se presume que los niños nacidos de una mujer casada son hijos de su esposo. Con esta norma legal, y con la práctica social de exclusividad sexual, el matrimonio une a los hijos con sus padres biológicos.
Por supuesto, las parejas del mismo sexo no pueden procrear juntas. Lo que se está llamando “igualdad matrimonial” requiere un cambio sospechoso de la “presunción de paternidad” a una “presunción de paternidad legítima” indiferente al género. Este juego de manos transforma la comprensión jurídica de la paternidad. La pareja del mismo sexo de un padre biológico nunca puede ser el otro padre biológico. En lugar de unir los hijos a sus padres biológicos, el matrimonio del mismo sexo es el vehículo que separa a los niños de uno de sus padres.
Pero la biología reclama sus prerrogativas, como está ocurriendo de hecho en algunos casos. Algunas mujeres que tienen niños con parejas del mismo sexo se dan cuenta de que compartir el cuidado de sus hijos con otra mujer no es tan sencillo como pensaron, y en realidad no es lo mismo que compartir estos cuidados con el padre del niño. Algunos hombres que acceden a ser donantes de esperma como “amigos”, se dan cuenta de que quieren tener con sus propios hijos una relación más estrecha de lo que habían pensado. Y algunos niños echan de menos al padre que les falta, hacen preguntas incómodas acerca de sus orígenes, y tienen la sensación de haber sido comprados [ver E. Marquardt et al., My Daddy’s Name is Donor: cfr. Aceprensa, 4-06-2010].
Los defensores de lo que llaman “igualdad matrimonial” frecuentemente responden que “eso no es más que biología”, como si la biología no fuera importante. Piden a la gente que dejen de lado su apegamiento natural de padres hacia sus hijos, la natural dificultad de tratar el hijo de otra persona como si fuera suyo, los deseos naturales de los hijos de saber quiénes son y de dónde vienen. Pero no se podrá suprimir indefinidamente todos estos sentimientos en todas esas personas.
El gobierno decide quién es el padre
Además de todos estos sentimientos inesperados, la redefinición del matrimonio tendrá consecuencias legales de gran alcance. Los tribunales están otorgando derechos de paternidad a individuos que no son ni padres biológicos ni padres adoptivos: vamos a llamar a estas personas los “no-padres”. Los tribunales y hasta algunos parlamentos están otorgando derechos de paternidad a no-padres, mientras que personas que responden a lo que es un padre están viendo disminuidos sus derechos de paternidad porque una vez tuvieron una relación sexual con alguien.
Para hacer esto, el Estado debe establecer indicios varios para determinar si la persona realmente merece el estatus de “padre de hecho”. El tribunal termina por escudriñar los detalles minuciosos de la vida en familia para determinar si la persona reúne todos los requisitos para ser un padre de hecho.
Seamos claros: la alternativa al principio biológico para determinar la paternidad es que el gobierno decida quién es el padre. En lugar de simplemente registrar la paternidad, el Estado la determinará, no solo en casos excepcionales sino como algo rutinario. Esto es lo que acabará significando “que el Estado no se meta en asuntos de matrimonio”.
En pocas palabras, redefinir el matrimonio como unión de dos personas en lugar de unión de un hombre con una mujer echa por la borda tres principios fundamentales: primero, el principio de que los niños tienen derecho a una relación con ambos padres; segundo, el principio biológico para determinar la paternidad; y tercero, el principio de que el Estado reconoce la paternidad, pero no la asigna.
No son cambios insignificantes. Hay que tener en cuenta que estas inquietudes no implican que alguien no sea digno del matrimonio, no hacen a nadie un “ciudadano de segunda clase”, y no menosprecian a nadie. Al cambiar la ley del matrimonio se cambia para todos, y se crean incentivos que pueden afectar el comportamiento de todos. Redefinir el matrimonio es un experimento social radical.
__________________________
La Dra. Jennifer Roback Morse es la fundadora y presidenta del Ruth Institute, un proyecto de la National Organization for Marriage. Es madre de un hijo adoptado y de otro natural, y, junto con su esposo, fueron una familia de acogida en el condado de San Diego durante tres años. El texto completo de su intervención se publicó en MercatorNet.com, 2-06-2011.

jueves, noviembre 03, 2011

FAMILIA INDISPENSABLE


Bendita familia

La Vanguardia, 24 de septiembre 2011.

24-09-2011

Históricamente en España la familia ha sido el gran sostén para épocas de dificultades. Pero ahora la pregunta que se plantea es: ¿la creciente autonomía individual de las personas que se ha producido en los últimos años está erosionando la solidaridad familiar en unos momentos de grave crisis como los actuales? La respuesta es que no.

La conclusión de un estudio de la Fundació La Caixa señala que la crisis vuelve a reforzar la solidaridad familiar. Este es un hecho muy importante para la estabilidad social del país en unos momentos, como los actuales, en los que la capacidad de los programas de asistencia social de la Administración central, de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos está abocada a restringirse por falta de fondos.
Un 68% de los españoles piensa que son los hijos quienes deben atender a sus padres cuando lo necesiten. Pero paradójicamente, en la actualidad, en el 60% de los casos de ayuda intergeneracional esta va en la dirección contraria, es decir: de padres a hijos. La explicación es que los jóvenes son los principales perjudicados por la crisis y los que requieren más ayuda.
La generación de los padres y de los abuelos ha podido acumular una cierta capacidad de ahorro en el pasado, concentrada principalmente en la propiedad de la vivienda familiar, gracias a la estabilidad de ingresos que proporcionaba y proporciona un trabajo fijo. Los jóvenes, en cambio, sufren la inestabilidad laboral derivada de la generalización de la contratación temporal, que es la más vulnerable en épocas de crisis, y además no han podido acceder tampoco a una vivienda propia a causa de los elevados precios de los pisos provocados en su momento por la burbuja inmobiliaria.
Ambos hechos explican las dificultades económicas de los jóvenes para independizarse y la tendencia a permanecer en el hogar paterno hasta edades avanzadas. En España, el 67% de los jóvenes entre 18 y 29 años vive con sus padres, frente a un porcentaje del 30% en el norte de Europa. A ello se suma, ahora, el creciente retorno a la casa paterna de los hijos que ya habían abandonado la familia.
El estudio certifica, en suma, que la solidaridad familiar sigue siendo un capital social del país, muy superior al que existe en otros estados. Un 56% de españoles se identifica con la solidaridad entre generaciones frente al 32% de Alemania o el 30% de Francia.
Pero la ayuda de los familiares, pese a su gran importancia, no es suficiente para combatir el incremento de la pobreza y el riesgo de exclusión social. Un 2% de la población no tiene a nadie a quien poder recurrir en caso de necesidad extrema.
La publicación del citado informe ha coincidido con la voz de alarma que ha dado la federación de Entitats Catalanes d’Acció Social (ECAS), que advierte ya abiertamente de “riesgo de explosión social en Catalunya”.
La principal razón es que es hay 161.000 personas que han dejado de cobrar el paro, un hecho que coincide con recortes en la globalidad de los programas de ayuda social y con la saturación que registran los comedores sociales y los centros de acogida. Este aumento de personas en grave riesgo de exclusión augura un escenario de tensiones sociales. La solución a este problema sólo puede surgir de una mayor solidaridad pública y privada, además de la familiar. Algo tan necesario como difícil cuanto más dura es la crisis.