martes, noviembre 30, 2010

A pesar de que España es el tercer país en número de ciclos de técnicas de reproducción asistida (TRA) y que cuenta con una de las legislaciones menos restrictivas, en el sector europeo tiene fama hasta el momento de falta de transparencia. Tras varios años de recelo de sus homólogos continentales, por fin los principales centros españoles especializados en técnicas de reproducción asistida han hecho públicos sus resultados a través de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF).

Los porcentajes de éxito de los centros distan de ser realmente esperanzadores. En 2009, apenas alcanzaba el 35% por término medio en mujeres de 30 años, según la SEF. En el mejor de los casos (el de una mujer con pronóstico bueno y menor de 30 años, perfil de cliente muy minoritario), una fecundación asistida puede tener una tasa de éxito del 56% en el Instituto Dexeus de Barcelona, del 54,1% en la clínica Ginevif de Madrid o del 47,2% en el Hospital de la Fe de Valencia.

La edad de las mujeres que acuden a la reproducción asistida es cada vez más alta

En realidad, los centros mencionados son los que cuentan con mayor prestigio, pero hay otros muchos. La adhesión al documento de la SEF es voluntaria y sólo recoge un 60% de la actividad, la desarrollada en España por 203 centros, 165 privados y 38 públicos. La manera de volcar los datos en la red tampoco hace especialmente fácil la búsqueda de los datos a quien desee acceder a la información.

El Ministerio de Sanidad tiene todavía pendiente la publicación de un registro oficial de los resultados de la actividad en este ámbito, al que está obligado por la Ley de Técnicas de Reproducción Humana Asistida de 2006, así como de un listado oficial de los centros autorizados de medicina reproductiva, sin actualizar desde 2004.

Aumenta la edad media de las solicitantes

Los resultados son poco halagüeños si se tiene en cuenta que, si bien la demanda ha aumentado en los últimos años (un 25% entre 2002 y 2004), la edad de las mujeres que acuden a estas clínicas es cada vez más alta. Según Rosa Tur, del servicio médico reproductivo del Instituto Dexeus, la media de edad de las solicitantes de este centro se sitúa en la actualidad en los 37 años.

La Seguridad Social ni tan siquiera incluye en su cartera de servicios la fecundación in vitro (FIV) en mujeres mayores de 40 años, porque los bajos porcentajes de éxito no justifican el gasto. Según un estudio del Instituto Dexeus con más de 2.000 mujeres mayores de 40 años, la técnica tiene sus límites. Entre los 40 y los 45 años, sólo el 35% de las veces se logra el embarazo por fecundación in vitro, porcentaje que disminuye hasta el 5-8% en el caso de la inseminación artificial.

El deseo de tener hijos a una edad tardía produce con cierta frecuencia secuelas psicológicas en las pacientes

La gente no tiene hijos, en la mayoría de los casos, no porque no pueda tenerlos, sino porque ha preferido aplazarlos. Luego se encuentra con que su ciclo biológico ha llegado a término, por lo general a una edad (40-45) en la que todo el mundo tiene problemas de fertilidad.

Un caso distinto es el de las mujeres que se han hecho una ligadura de trompas (15%) para evitar tener más hijos, y luego por diversas circunstancias cambian de opinión. En este caso el porcentaje de éxito es más elevado (hasta un 55%) si, en lugar de la fecundación asistida, la paciente se somete a un tratamiento de reversión de la ligadura de trompas, según especialistas del Departamento de Ginecología y Obstetricia de la Clínica Universitaria de Navarra.

El “síndrome de infertilidad”

El deseo de tener hijos a una edad tardía produce con cierta frecuencia secuelas psicológicas en las pacientes. “Se puede acabar desarrollando un sentimiento de culpa o de rabia porque a veces vienen como si fuese fácil conseguir el embarazo y no lo es”, declara Rosa Tur. (El País, 16-02-2010).

Según un estudio de investigadores suecos publicado en Human Reproduction, un 65% de los que abandonan un tratamiento de reproducción asistida sin lograr el embarazo lo hace por cansancio psicológico, antes que por razones médicas o económicas. Resulta algo comprensible cuando la posibilidad tan buscada de tener un hijo termina convirtiéndose en parte de un proceso en la mayoría de los casos invasivo y arduo, especialmente para la mujer.

La sensación de perder el control sobre la propia vida, de llegar a sentirse inútil por no poder concebir un hijo, por estar en manos de terceros, los médicos, deriva en lo que se viene a denominar “el síndrome de infertilidad”, una experiencia difícil de superar. El problema, según algunos psicólogos, radica en que la sociedad no prepara para la infertilidad, sino más bien para evitar el embarazo.

domingo, noviembre 07, 2010

ESCUELA PUBLICA EN USA

¿Se imagina jugándose el futuro de sus hijos a la lotería? En Estados Unidos, la nación más rica del mundo, el acceso de los niños a una buena educación depende en muchos casos de la bola numerada que saquen de un cesto.

La vuelta del verano se convierte para muchas familias modestas americanas en un auténtico drama, y la causa principal no es el desembolso correspondiente al material y los gastos que lleva consigo el inicio del curso escolar. El motivo radica en que muchos de ellos no conseguirán plaza para sus hijos en una de las denominadas charter school, escuelas financiadas con dinero público pero que funcionan de forma autónoma. Estas escuelas, promovidas por grupos de profesores y de padres, han demostrado ser eficaces para elevar el nivel de calidad de la enseñanza (cfr. Aceprensa, 6 de octubre de 2009).

Hay más niños que plazas en estas escuelas y los padres saben que el futuro de sus hijos pende del hilo de la educación. En las listas de espera para acceder a una charter school hay cerca de 420.000 niños.

Lograr una plaza en este tipo de escuelas no siempre garantiza el éxito educativo. No todas lo hacen mejor que las escuelas públicas, pero sí ocurre en muchos casos. En Chicago, por ejemplo, 25 de las 27 charter schoolsobtuvieron mejores resultados que sus homólogas de barrio en los exámenes estatales.

Waiting for Superman”

“¿Por qué no tenemos un número suficiente de buenas escuelas?”: es la pregunta que trata de contestar Davis Guggenheim a través de Waiting for Superman, un documental que describe el estado actual de las escuelas públicas y de cómo repercute esto en el futuro de los niños. A lo largo de casi dos horas y con casos concretos de niños describe la dificultad de las familias menos favorecidas para lograr que sus hijos puedan salirse de colegios públicos fracasados para asistir a escuelas más atractivas. El documental ha dado bastante que hablar al comenzar este curso.

Guggenheim, productor de los cortos que encumbraron a Barack Obama y director del documental Una verdad incómoda que le valió un Oscar a Al Gore, se declara defensor de la escuela pública. Pero confiesa que “traiciona las ideas en las que cree” cuando cada mañana pasa con el coche por delante de tres escuelas públicas antes de llegar al colegio privado al que lleva a sus hijos. Con su nuevo documental trata de equilibrar la balanza centrándose en aquellos que él llama “los niños de otros”.

Incluso conociendo la dificultad para acceder a una charter school, uno no es consciente del nivel de desesperación de las familias hasta que no observa a la abuela de Anthony, un huérfano de quinto grado que vive Washington, D.C, sentada junto a él sosteniendo en la mano una tarjeta con un número. La SEED School en la que han presentado solicitud tiene 61 aspirantes para 24 plazas, y se adjudican por sorteo. En Waiting for Superman se relata incluso el caso de una charter school de Harlem en la que hay 767 solicitudes para tan sólo 35 plazas.

¿Cómo es esto posible? ¿Por qué no se puede abarcar esta demanda? Muchos estados han puesto topes a la extensión de las charter schools. En el caso de Illinois, el año pasado se dobló el número de licencias hasta llegar a 120; pero “deberían suprimirse los límites”.

Al problema de las licencias se suma el de los recelos que levantan las charter schools en los consejos escolares y los sindicatos de profesores, que miran como una manera de competencia desleal que se permita a estas escuelas funcionar con cierta autonomía. Lo que no dicen es que las charter schools reciben por alumno tan sólo el 75% de lo que cuesta una plaza pública normal. Algunas fundaciones privadas ayudan a recabar la diferencia.

En el fondo, según Guggenheim, la solución del problema no consiste sólo en que existan más o menos charter schools, sino en ofrecer más alternativas educativas a la gente.

viernes, noviembre 05, 2010

FRACASO EDUCATIVO

JUAN MANUEL DE PRADA

ABC. Día 18/10/2010

GUSTA mucho nuestra época de lamentar sus postraciones, y de buscarles remedios, sin admitir ni corregir las causas que las originaron, en lo que se parece al sifilítico que pretende curarse sin dejar de frecuentar el burdel. Cuando se habla del fracaso de nuestro sistema educativo, por ejemplo, se suele soslayar un hecho gigantesco, que torna vacuos y miopes todos los propósitos de enmienda; o todavía peor, cínicos, pues todo intento de combatir una enfermedad sin atreverse a diagnosticarla en su origen es como pretender atajar una inundación con un gran despliegue de activismo sin cerrar primero el grifo que la ha causado. Ese hecho gigantesco es la disolución de la institución familiar, de la cual la escuela es su apéndice natural; y, faltando la familia, es natural que la escuela se convierta en un árbol sin raíces, al que no le resta otro destino sino amustiarse y fenecer; o bien convertirse, como ocurre en esta fase de la historia, en un artefacto al servicio del Estado Leviatán.

«Los primeros educadores son los padres», suele repetirse, a modo de mantra buenista. Pero, ¿de qué padres estamos hablando? ¿De los progenitores A y B que preconizan las «nuevas modalidades de familia»? ¿De los padres que andan cada uno por su lado, felizmente divorciaditos?¿De los padres que, aunque no estén felizmente divorciaditos, andan todo el día como felicísima puta por rastrojo, afanados en sus respectivos desempeños laborales, y vuelven a casa a las diez de la noche, hechos unos felicísimos zorros? Para que los padres sean esos «primeros educadores» que quiere el mantra buenista hace falta, en primer lugar, una comunidad de vida en el seno familiar; y hace falta también que esa comunidad acepte sus responsabilidades. Pero si la comunidad de vida es supeditada a otros «bienes» (llámense «libertad individual», «realización personal» o como se quiera) y si sus responsabilidades se subordinan a la consecución de tales o cuales logros vitales y profesionales, la familia ha dejado de existir, para convertirse en mera agregación humana (progresivamente desagregada, por lo demás), sin traditio ni auctoritas: esto es, sin capacidad para transmitir una visión del mundo ni para «hacer crecer» (que esto significa auctoritas) a quienes vienen detrás. En familias donde no hay comunidad de vida (bien porque los padres están divorciaditos, bien porque andan azacaneados en sus importantísimos quehaceres) no puede haber educación responsable; y, a cambio, hay «des-educación» incorregible: pues allá donde hay un vacío de traditio y auctoritas, o donde entran en liza tradiciones y autoridades contrapuestas, o desentendidas entre sí, o debilitadas por la falta de comunión entre los padres, sólo es posible criar hijos huérfanos de afectos (o empachados de afectos cojos, que es la levadura que los convierte en caprichosos chantajistas emocionales), huérfanos también de un criterio para enjuiciar la realidad y, por lo tanto, condenados a la dispersión, a la desorientación y

al caos.

Una vez disuelta la familia, el Estado Leviatán puede usurpar tranquilamente el derecho de los padres a educar a sus hijos, convirtiendo la escuela en una máquina feroz de adoctrinamiento que, ante los ojos de los padres dimisionarios aparece, sin embargo, como la única instancia capaz de salvarlos del caos. A tal engaño los conduce su mala conciencia; y luego, cuando el engaño se desvela, claman contra el sistema educativo. Que es como si el sifilítico clamara contra el treponema, camino del burdel