miércoles, octubre 31, 2007

DISCUSIONES FAMILIARES

Según unos estudios de Dolf Zillmann, el enfado suele tener su origen en la sensación de hallarse amenazado. Una amenaza que puede ser física o psicológica –sentirse menospreciado, frustrado, etc.–, y produce una descarga corporal de catecolaminas, más o menos intensa según la magnitud del enfado, y que cumple la función de generar un acceso puntual y rápido de la energía necesaria para la lucha o para la huida.

Paralelamente, se produce una descarga de adrenalina en nuestro sistema nervioso, que provoca una excitación generalizada que puede perdurar minutos, horas, o incluso días, manteniendo una difusa hipersensibilidad que predispone a nuevas excitaciones. Esto hace que las personas suelan estar más predispuestas a enfadarse una vez que ya han sido provocadas, estén ligeramente excitadas o se encuentren más cansadas.

Por esa razón, después de un largo día de trabajo, una persona se sentirá especialmente predispuesta a enfadarse en su casa por las razones más insignificantes (el ruido o el desorden de los niños, o cualquier pequeña contrariedad), aun siendo motivos que en otras circunstancias no tendrían entidad suficiente para provocar esas reacciones.

El enfado suscita una excitación que tiende a disiparse lentamente. Si durante esa etapa de paulatina desactivación del enfado se presenta una nueva provocación (lo cual es fácil que suceda, debido a la hipersensibilidad propia de esos momentos), se producirá una segunda descarga, antes de que la anterior se haya disipado. Como es natural, este proceso puede repetirse, y cada descarga cabalga sobre las anteriores, y cualquier pensamiento perturbador que se produzca durante ese proceso provocará una irritación mucho más intensa que si se hubiera producido fuera de él.








Por eso, una vez que alguien está inmerso en esa dinámica del enfado, si no pone un serio esfuerzo por abandonar ese camino, su temperatura emocional irá aumentando hasta desembocar fácilmente en un estallido de ira.

—Pero, si es así, la gente enfadadiza tenderá a enfadarse cada vez más, y por motivos más nimios.

Hay, sin embargo, otro elemento que conviene resaltar. La mayoría de las personas que son irritables, agresivas o susceptibles, se sienten muy mal cuando comprueban la facilidad con que pierden los estribos, y eso hace que se muestren bastante interesados en aprender a dominarse.

Por eso, el remedio más eficaz es conocernos bien, de manera que sepamos bien cuáles son los tipos de pensamientos a los que somos más sensibles, para estar atentos a los primeros síntomas del enfado y poner solución.

En el caso, por ejemplo, de que una persona con la que hemos quedado citados se retrase, hemos de tratar de buscar una explicación positiva en vez de molestarnos de entrada. Si tenemos que mantener una conversación ineludible con una persona que nos resulta molesta, intentamos desarrollar nuestra capacidad de ver las cosas desde el punto de vista de esa persona. Y para los momentos críticos, a veces lo más inteligente es tener previstos modos de dominarnos, como esforzarse en callar, no responder a un desaire con otro, seguir caminando sin detenerse ante una provocación, etc.

Son hábitos de comportamiento que no surgen de manera automática, sino que es preciso aprender. Y el principal problema es que esas habilidades deben ejercitarse precisamente en los momentos en que nos encontramos en peores condiciones, es decir, cuando observamos que se acelera el pulso y nos estamos indignando: es justamente entonces cuando hemos de recordar todo esto, escuchar, procurar calmarnos y mantener el control. Sin alterarnos, sin echar las culpas a otros y sin tampoco refugiarnos en un mutismo rencoroso. Cuando dos personas se están enfadando, la que normalmente demuestra ser más inteligente es la que sabe callar o retirarse a tiempo (o si ya están enfadados, la que toma la iniciativa de la reconciliación).

miércoles, octubre 10, 2007

DOLOR Y MARIHUANA

Con machacona periodicidad surgen voces que cantan las propiedades de la marihuana para tratar ciertas dolencias y hasta la pintan como un medicamento tan seguro y efectivo que debería estar al alcance del público –bajo supervisión médica, por supuesto–, aunque no esté aprobado por los organismos de control farmacéutico. Algunos políticos y "lobbies" aprovechan esos aires para reclamar, con cierta insensatez, la legalización del uso lúdico de la marihuana, como si una cosa fuera de la mano de la otra. La legislación de cada país –y de cada estado en EE.UU.– ha dependido de cómo se hayan tomado en serio esas propuestas los gobiernos implicados. Una auténtica lotería.

EE.UU. vuelve a responder a esas demandas –cada vez hay más estados que han aprobado por ley o referéndum el uso terapéutico de la marihuana–, como ya ha hecho en otras ocasiones. Pero esta vez, a través de un comunicado conjunto (1) de tres agencias federales: la Drug Enforcement Administration (DEA), la Food and Drug Administration (FDA) y la Office of National Drug Control Policy (ONDCP).

La marihuana está catalogada en la lista I de la Ley Sustancias Controladas, donde están incluidas las sustancias que pueden ser objeto de consumo abusivo y no tienen utilidad terapéutica reconocida. El comunicado afirma que siguen cumpliéndose los criterios para mantener la marihuana en la lista I.

No se trata de una simple cuestión administrativa: está en el catálogo pero también podría quitarse. El último análisis llevado a cabo por varios organismos del Department of Health and Human Services –entre los que se encuentran la propia FDA, los Substance Abuse and Mental Health Services Administration y el National Institute for Drug Abuse– concluye que no hay ningún estudio científico, en personas o animales, que demuestre la utilidad terapéutica de la marihuana. Según el comunicado, hay medicamentos, aprobados por la FDA, contra las dolencias para las que se dice que está indicada la marihuana.

Además, para que la FDA apruebe un nuevo medicamento necesita verificar que se han realizado ensayos clínicos que garantizan la seguridad y eficacia del fármaco. Cualquier esfuerzo por puentear este proceso podría exponer a los pacientes a utilizar fármacos poco seguros, afirma el comunicado, en clara referencia a los estados que han aprobado el uso terapéutico de la marihuana. Ni la DEA, ni la FDA, ni la ONDCP apoyan el uso de la marihuana para fines médicos, concluye el comunicado.